En su primera competencia en los Juegos Paralímpicos de París, Alberto Abarza nuevamente demostró que es una leyenda y que es el más grande exponente nacional de todos los tiempos. Sumó su cuarta medalla de este tipo, siendo el único deportista chileno en tener cuatro preseas en una cita de esta magnitud, tras superar a Fernando González, quien logró oro, plata y bronce. Su bronce en los 100 metros espalda S2 solo engrandece su figura.

Cristián Espíndola es el entrenador de Beto hace cinco años y en 2022 explicaba a El Deportivo los secretos de la preparación de su pupilo justo cuando brillaba en Tokio. “Nosotros trabajamos entre 18 y 22 horas de natación, según la semana, y hacemos preparación física unas seis horas semanales. En cuanto a carga física, en total debe tener entre 30 y 34 horas semanales”.

Eso sí, el propio nadador recordó hace unos días las modificaciones que ha tenido que hacer a esta rutina, producto del avance del Síndrome de Charcot-Marie-Tooth. “Para Tokio nos fuimos ocho meses antes a España porque pensábamos que esos Juegos iban a ser la última parada, entonces lo dimos todo porque esta discapacidad avanza mucho. Según el último examen que me hice hace un mes y medio la discapacidad aumentó un 35% desde Tokio, que es mucho, pero igual estuvimos midiéndonos con los mismos que vamos a enfrentar en París. La discapacidad aumenta, pero las ganas también han avanzado. Igual hemos tenido que cambiar la preparación, ahora hay más rehabilitación y menos horas de sesiones. Entrenamos menos tiempo, pero con más intensidad”, confesó.

Sobre el tipo de entrenamiento, Espíndola, profesional de la Universidad de Santiago, explicaba cuáles son los factores que se toman en cuenta a la hora de construir un esquema de trabajo. “La técnica de base es la misma y lo que vamos a descubrir a posteriori es que quizás mi técnica versus la tuya es más ineficiente, y ahí se empiezan a hacer las correcciones para acercarse a un patrón ideal. En el caso de Alberto, él nada espalda, por su condición; es la técnica que más se le acomoda a sus características físicas y esa es la que hemos tratado de ir puliendo para que cada vez sea más eficiente”, comenta.

Precisamente, la depuración de esta técnica va de la mano del potencial del nadador, lo que permite tener coordinación. “Alberto se desplaza por el control motor del tronco, apelando al balance, equilibrio y fuerza de esa zona, lo que tiene aún muy activo. A ello se suma la fortaleza de los brazos, la activación de los músculos deltoides, que son los hombros y dorsales anchos. Su motor principal”, detalla.

Alberto Abarza, festejando su triunfo en los 100 metros espalda en Tokio. Foto: Yasuyoshi Chiba/AFP.

Es por eso que el entrenador homologa estas características con la de los demás nadadores: “Si lo comparas con un convencional, no hay diferencia. El convencional le agrega a la propulsión el pateo, y en el caso de Alberto, las piernas no las mueve. Es menos propulsión, pero el objetivo propulsivo de los brazos y el trabajo de tronco en la zona media y en base a la flotabilidad y la hidrodinámica es lo mismo”.

Espíndola enfatizaba en este último punto, lo que también ayuda a entender el nivel competitivo de Abarza, que en los últimos años lo ha llevado a la élite mundial de esta disciplina. “Es muy relevante para mí decir que entrenar a un convencional o a un paralímpico no tiene ninguna diferencia. La gente tiende a pensar que, porque es una persona en silla de ruedas tiene una limitante en su desplazamiento y no va a lograr hacer lo mismo que un convencional. Y está totalmente equivocada. Creo que tiene que ver más con un tema social del entendimiento de la discapacidad. Por eso, yo me enfoco en la capacidad de la persona y no en la limitante”, reflexiona.

Eficiencia mecánica

Al ser el Síndrome de Charcot-Marie-Tooth una enfermedad degenerativa, siempre se le ha relacionado con la duración de la carrera de Abarza. Sin embargo, su entrenador se muestra optimista por la forma en que han ido desarrollando su plan: “Con respecto al avance de la enfermedad, es como lo que le pasa a cualquier persona que empieza a envejecer. Cuando corres a los 15 años lo haces distinto a uno de 70. Hay pérdida de elasticidad y mayor rigidez articular, pero vas a correr igual. Nosotros lo que hemos buscado frente al avance propio de la enfermedad es no centrarnos en esas limitantes, sino que en lo que queda por abordar y trabajar. Es lo mismo que se hace con un deportista convencional. Constantemente se le trabaja la técnica, la flexibilidad para que no incurra en lesiones y para que su gesto técnico ojalá siempre se aproxime a la mayor eficiencia mecánica”.

A pesar de que Abarza va a cumplir 40 años, la edad no ha sido un problema y Espíndola cree que hay muchísimas oportunidad para seguir sacando lo mejor de su dirigido. “Antes se hablaba del peak de rendimiento. Según la disciplina, hay rangos de edad más óptimos, pero también hay otras corrientes, que comparto, que dicen que no hay un límite, porque cada vez surgen nuevas áreas de intervención gracias a las ciencias y al trabajo, lo que permite que se produzcan pequeñas ganancias en distintas zonas. Así, un deportista puede evolucionar no solo en el mismo punto, sino que en varios más. Por ejemplo, se podría decir que en los comienzos Alberto era más propicio para carreras de velocidad y hoy puede que esté mejor para carreras de resistencia”, propone.

El éxito está a la vista. Sin embargo, la mesura ha sido una constante en este grupo de trabajo. “Hemos manejado bien las expectativas, porque todos están trabajando lo mismo. Todos nos enfocamos en cosas similares. Nos enfocamos súper humildes, bien tranquilos, confiando en nosotros mismos y en lo que estamos haciendo”, vaticinaba el entrenador, quien en París consiguió junto a su pupilo y nuevo y notable logro.