A mediados de 2016, cuando Roger Federer dio por cerrada su temporada al caer con Milos Raonic en las semifinales de Wimbledon, muchos dieron por terminada su estadística, al menos en cuanto a grandes logros. Es que con ese anuncio, el suizo, además, decretaba cuatro temporadas sin conseguir títulos de Grand Slam. Varios expertos cerraban su cuenta en 17 y veían cada vez más cerca a Nadal de arrebatarle el cetro de ser el tenista con más trofeos grandes en la historia del tenis.

Lo que pasó a partir de 2017, desde su vuelta en el Abierto de Australia, no se lo esperaba ni él. "Hace un tiempo no hubiera podido imaginar que ganaría tres torneos de Grand Slam más en el período de un año", dijo ayer tras derrotar a Cilic. Porque la racha de la que hace mención el helvético no la lograba desde 2007, cuando levantó cuatro torneos grandes en un año calendario entre el Abierto de Estados Unidos de 2006 y el mismo torneo del siguiente año. Hoy, casi 11 años después, a los 36 años, un dato que no deja de sorprender, muestra un nivel tan alto como el de esa época. ¿Cuál es el secreto de Federer para mantener el dominio a una edad en que la mayoría de los tenistas ya están retirados?

La familia juega el rol más fundamental, incluso más que la planificación deportiva. Su esposa, Mirka Vavrinek, y sus cuatro hijos, dos mellizas y dos gemelos, siempre están en su banco. Es el primer lugar a donde mira su rostro emocionado cada vez que logra un título desde su extraordinaria vuelta hace ya más de un año. "Ellos siempre están ahí. Si mi esposa me dice que pare, lo dejo ya sin ningún problema. Es mi mayor apoyo. Es por ella que sigo, si no haría tiempo que hubiera dejado de ser tenista. Nadie me respalda como ella y hace un gran trabajo con los niños. La vida sería muy diferente sin ella", dijo ayer en la premiación. Palabras casi calcadas a las de sus ocho discursos de campeón desde principios de 2017 hasta ayer.

La motivación emocional, eso sí, no sería nada sin la planificación deportiva. Otro de los tantos aspectos que deslumbran en el experimentado y renovado Federer. "Son varios aspectos. El primero es que tiene un desempeño tecnomotriz casi perfecto, lo que le da un ahorro energético importantísimo. También el autocuidado: vive el régimen del día de forma adecuada. Se alimenta bien y respeta su descanso. Vive para el deporte, como una religión", opina Manuel Astorga, el que fuera preparador físico de Marcelo Ríos cuando fue número 1 del mundo, a La Tercera.

Los descansos de los que hace mención Astorga también son fundamentales. El suizo tampoco lo niega. Sabe que a su edad, por muy bueno que sea, toca dosificar para deslumbrar. "La calidad es más importante que la cantidad. Hay que aprender de la experiencia. Si no me siento bien para ir a un torneo, simplemente no voy, porque a esta edad una mala decisión me puede perjudicar por mucho tiempo", decía en conferencia de prensa el año pasado. Con esa planificación, por ejemplo, decidió no jugar ni Roland Garros ni cinco de los nueve Masters 1000 el año pasado. En total, sólo jugo doce torneos, ganando el 67 por ciento de ellos.

Sus colegas se impactan. Nicolás Jarry, número uno de Chile, tuvo la oportunidad de vivir en carne propia el fenómeno Federer, en su primer Abierto de Australia. "Da envidia verlo y llega a causar risa lo fácil que le sale jugar al tenis. Lo simple que lo hace ver. Un fenómeno dentro y fuera de la cancha. Afuera es lo más tranquilo que hay. Saluda a todo el mundo. Siempre está riéndose. Me tocó verlo en la cafetería varias veces. Una vez estaba con todo su equipo y familia. Dejaron la mesa bien sucia y cuando todos se fueron, él se quedó solo ordenando las sillas y sacando la basura. Es un ejemplo. Lo más grande que hay. Está por sobre todos nosotros", cuenta el 95º del mundo a La Tercera.

Gracias a esa forma de ser y de vivir, hoy, 5.351 días después de levantar su primer título de Grand Slam, en Londres, en 2003, Federer festeja el vigésimo. Sólo tres mujeres superan esa cifra: Margaret Court (24), aunque ganó trece títulos antes de la Era Abierta, Serena Williams (23) y Steffi Graff (22); Hombres, ninguno. Y pese a lo que se creía hace un año y medio, la distancia no se acorta. Al contrario, crece.