¿Quién no recuerda los sueños que tuvimos de niños?, ¿cuántas veces imaginamos aquello en lo que queríamos convertirnos?, ¿cómo fabulamos con la posibilidad de vivir las aventuras que nos deslumbraban cuando aún no sabíamos cruzar la calle solos? Sobra decir que muchos de los sueños que uno amasó siendo un mocoso quedaron en el camino. Personalmente, en alguna de esas cavilaciones futuristas que uno hacía con seis o siete años yo soñé con ser astronauta y me imaginé explorando el espacio sideral, yendo de una estrella a otra, descubriendo planetas. Si bien hay muchas razones que pueden explicar el por qué ese sueño quedó archivado entrando a la adolescencia -partiendo porque Chile nunca ha sido una fábrica de astronautas- hay algo de lo que me convencí luego de ver el corto de animación con el que el basquetbolista Kobe Bryant ganó una estatuilla Oscar en la última entrega de los premios. Si no fui astronauta fue, precisamente, porque me faltó enamorarme del espacio.
En una pieza que dura poco más de cuatro minutos, Bryant pasa revista a lo que fue su carrera como basquetbolista. Lo hace desde un plano intimista, dando cuenta de lo que ocurría dentro de su cabeza, un relato construido a partir de la emoción, que comienza precisamente cuando un Kobe Bryant de seis años se entretenía en el dormitorio de su casa recogiendo los calcetines de su padre y enrollándolos hasta dejarlos convertidos en algo parecido a una pelota de baloncesto. Con esa pelota, Bryant se entretenía en su dormitorio dribleando a rivales imaginarios -uno, dos, tres, decenas- para luego lanzar sobre el pequeño aro que tenía acondicionado en una de las paredes de su habitación. En esa jugada inventada, Bryant siempre encestaba cuando el reloj estaba a punto de indicar el fin del partido.
Pero en el mundo real, los sueños de un niño de 6 años -sobre todo el de este, que quería ser un jugador de la NBA y ser vitoreado en el Forum de Los Ángeles vistiendo la camiseta de los Lakers- siempre están demasiado lejos de la realidad. ¿Cuántos habrán tenido el mismo sueño de Kobe Bryant?, ¿cuántos estarán soñando ahora mismo convertirse en un futbolista de talla mundial como Alexis Sánchez?, ¿cuántos podrán ver convertido su sueño y cuántos deberán reinventarse luego de ver que se esfuma?
En el corto, inspirado en la carta que él mismo escribió para anunciar su retiro de la actividad en noviembre de 2015 y que fue publicada en su momento por la plataforma The Player's Tribune, Bryant dice que lo único que tenía claro a los seis años era que estaba enamorado del baloncesto. Y que con el correr de los años, le entregó su cuerpo, su mente, su alma, su espíritu y su corazón.
La pieza de los estudios Believe Entertainment Group es un canto a la persistencia y a la pasión, herramientas claves para alcanzar nuestros sueños, no solo en el ámbito deportivo sino en cualquier esfera. Y es también una reivindicación del derecho a los sueños y del deber que todos tenemos de luchar por ellos. Es probable que te digan que no se puede, que es una utopía, que es demasiado el sacrificio, que la vida se te hará cuesta arriba, pero si de verdad es lo que quieres, si estás dispuesto como Kobe Bryant a entregar por ese sueño tu cuerpo, tu mente, tu alma, tu espíritu y tu corazón, de seguro que nadie va a ser capaz de detenerte.