Hace una semana, la vida de siete atletas cubanos cambió. Decidieron dejar atrás a sus familias, sus costumbres y su patria para probar suerte en Chile, el país en donde estaban siendo parte de Santiago 2023.
En silencio, se escaparon de la Villa Panamericana y desaparecieron. Nadie supo nada de ellos durante días, aunque se barajaba la idea de que se estuviera produciendo una nueva deserción masiva de deportistas caribeños.
Ya se había vivido algo así en Chile con Yasmani Acosta y Arley Méndez años anteriores, pero ambos casos nunca tuvieron las dimensiones de lo que sucedió estos últimos días. A las seis hockistas y al medallista de bronce Yoao Illas, que se escaparon la tarde del viernes, luego se sumaron la basquetbolista Betsy Zamora y tres representantes del equipo de remo. En total, son 11 los fugados.
Durante los últimos días, todos ellos se han transformado en verdaderas figuras mediáticas. No están escondidos, sino todo lo contrario. Consiguieron un visado provisorio de ocho meses para que se estudien sus solicitudes de refugio. Además, son apoyados por un estudio jurídico que busca que que su situación no pierda exposición.
La Tercera conversó con Yunia Milanés, Lismary González y Jennifer Martínez, tres de las hockistas que decidieron no volver a Cuba. Las atletas hablan de los motivos para dejar su país y de los objetivos que tienen en Chile, donde esperan formar su nuevo hogar. Sueñan con enseñar a las próximas generaciones e, incluso, ser parte de la selección nacional.
Todo sucede en el gimnasio municipal de Lo Barnechea. Cristóbal Lira, alcalde de la comuna, invitó a los deportistas centroamericanos a entrenar este viernes, por la mañana.
“Nunca habíamos tenido tantas personas preocupadas de nosotros. Estoy bastante feliz por la acogida que nos ha dado el pueblo. Todo el mundo nos ha apoyado”, confiesa Jennifer Martínez, hockista de 23 años, considerada una de las grandes promesas de su país.
La deportista es categórica al asegurar que ve su futuro en Chile, una tierra donde no tiene ataduras. “Aquí tenemos bastante libertad, podemos expresar lo que sentimos”, sostiene.
“Quiero seguir entrenando, si se puede. Seguir en el deporte, apoyar el deporte de aquí, contribuir en él y mejorar mi carrera profesional”, remata.
Sus otras compañeras siguen la misma línea de esa declaración. Lismary González, por ejemplo, manifiesta que la intención de varias es encontrar un espacio en la selección chilena de hockey césped, si es que sus solicitudes de refugio se concretan. “Es algo que habíamos meditado antes, porque aquí hay muchas posibilidades y existe libertad de expresión. Queremos insertarnos en algún club o que nos acojan las Diablas”, reconoce.
Yunia Milanés, una de las capitanas del equipo cubano, también está en esa lista. Con 28 años, era de las más experimentadas del equipo isleño. Disputó 15 partidos oficiales y los Juegos Panamericanos de Lima 2019. También sueña con ser una Diabla. “Tomé la decisión de quedarme acá porque, además de libertad de expresión, hay libertad de desarrollo. Podría desarrollarme en lo profesional o practicarlo, eso sería mejor aún. Me gustaría ser una integrante más de las Diablas, seguir ejerciendo mi profesión, que es lo que me gusta y a lo que siempre me he dedicado”, confiesa a La Tercera.
La historia de Milanés, eso sí, tiene una particularidad, ya que su pareja, Lázaro Tolón, también desertó de Cuba para vivir en Chile. Sin embargo, él lo hizo en mayo pasado, cuando vino al país a jugar hockey con la selección masculina. Tolón ya tiene cédula chilena y espera que su pareja logre lo mismo. “Siempre tuve en mi mente volver a estar junto con ella. Cuando me enteré de que serían los Juegos Panamericanos en Santiago, me di cuenta de que era el momento”, revela.
La de ellos es una de las tantas historias que acompañan la fuga de los cubanos de la Villa Panamericana. Cada una aterrizó en Santiago con distintas experiencias, pero ahora la mayoría busca lo mismo. Ser chilenas y ser una Diabla. De lograrlo, no solo volverían a competir de manera profesional, sino que también conseguirían ser parte de una de las selecciones más fuertes del continente, de las medallistas de bronce en Santiago 2023 y del equipo que llevó a Chile a su primer Mundial de la disciplina.
“Estamos satisfechos por el funcionamiento de la institucionalidad. No tenemos nada de qué quejarnos. Tienen residencia temporal. Lo único que se solicita es que las muestras de solidaridad que hemos tenido se conviertan en ofrecimientos concretos, para que estas personas vuelvan a desarrollar su actividad deportiva y ser el aporte que tienen que ser para este país”, fue el mensaje de Mijail Bonito, abogado de los atletas cubanos.