El triste final del bicampeón
Lo ocurrido en Sao Paulo bien pudo marcar el fin de la Generación Dorada. Allí, en el Arena Corinthians, se cerró el ciclo más espectacular de la historia de la Selección, que incluyó dos títulos continentales y un par de clasificaciones a Mundiales. Después de tres años, la Roja dejó de ser el monarca vigente de América con una actuación floja, a ratos hasta mal educada, incitada por el mal arbitraje de Díaz de Vivar y, por qué no, por la impotencia de no saber cómo afrontar de mejor manera un partido que desde el inicio fue visto con desdén.
Chile se fue de la Copa América con más dudas que certezas y con muchos de los integrantes de la Generación Dorada escribiendo su último capítulo, como Gonzalo Jara y Jean Beausejour. El resumen, más allá del cuarto lugar, es poco alentador: tres derrotas en seis partidos, apenas un gol en los últimos cuatro duelos y sin victorias ante cuatro sudamericanos asistentes al Mundial de Rusia. Y lo peor de cara al futuro, es que quedó la sensación de que el grupo de futbolistas de elite para afrontar las próximas clasificatorias es cada vez más reducido.
Dentro de la cancha, el juego de la Selección también fue de más a menos. Tuvo algunos pasajes buenos, como ante Colombia, pero dio varios pasos en falso, sobre todo ante Perú, que marcaron su presencia en Brasil. Salvo la respuesta de Pulgar, uno de los dos mejores de la Roja en el torneo, y la consolidación de Maripán como hombre del recambio, la mano de Rueda no se notó demasiado. Todavía queda pendiente saber a qué juega el combinado del colombiano, más allá de cierta solidez defensiva. El equipo sigue siendo poco efectivo en el área rival y cada vez le cuesta más romper a rivales de igual o mejor jerarquía, porque las respuestas individuales no bastan. Faltaron alternativas desde el banquillo para reaccionar ante la adversidad y ahí falló el caleño.
Adiós al bicampeón. Adiós al ciclo más espectacular de la Selección. Adiós a la brillante Generación Dorada. Merecía otro final. Pero alguna vez se les iba a acabar la bencina. Eran, finalmente, humanos.
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