A causa del coronavirus, el deporte ya no será lo mismo. La reaanudación de las actividades ha sido sin público y los ritos tan característicos de las distintas actividades han tenido que cambiar forzosamente. Prueba de ello es lo que aconteció después de la reanudación de la Nascar, la categoría más tradicional del automovilismo estadounidense. El ganador de la jornada, Kevin Harvick, tuvo que ponerse la mascarilla para celebrar poco después de haber visto la bandera a cuadros.

La victoria tuvo que festejarla en solitario, sin la champaña característica. Incluso las declaraciones tuvo que ofrecerlas a distancia. No hubo abrazos y sí muchas precauciones.

Harvick animó una cerrada pelea con Alex Bowman para quedarse con la victoria, la quincuagésima de su carrera y, con seguridad, la del festejo más frío que recuerde. “No pensé que fuera a ser tan diferente, pero aquí está todo silencioso. Extrañamos a los aficionados”, declaró, resignado.

La organización había descartado pruebas de coronavirus para privilegiar a quienes las necesitaran, pero igualmente sometió a controles de temperatura a quienes estuvieron en el circuito.