Bárbara Riveros es eficiencia y perfección. También manía. Sobre sus hombros pasean los sueños de miles de chilenos que, como ella se ha encargado de explicar una y otra vez, apelan a que todo imposible es realizable. Y claro, Bárbara hace parecer fácil lo que no es y, lo que es aún más irrisorio, lo hace con una pulcritud sacada de un manual. Predica con el ejemplo.
Su tono tímido, sus silencios, sus palabras escogidas con pinzas e incluso su horario organizado en una planilla de Excel hasta con los tiempos de las comidas marcados, son reflejos claros de que para ella no hay detalles al azar. Ése es su sello de excelencia y de él no se mueve. Y aunque aún no se lo hemos consultado, si la pregunta fuese cuál es su mayor virtud, la respuesta estaría en el obsesivo orden para planificar sus carreras, entrenamientos y, en realidad, todo. Eso, y su fortaleza mental.
Por eso, para ella fue casi un detalle el récord que ayer batió. Quizás con falsa modestia aseguró que, lejos de entregarle demasiada importancia a sus 4 horas 18 minutos y 59 segundos, prefirió dedicar esta ventaja a la gente. "La idea era dejar a todos contentos. Para mí eso es lo importante, no el tiempo", aseguró tras su nueva hazaña. El antiguo récord, el de la norteamericana Heather Gollnick, de 4 horas 28 minutos y 58 segundos (aunque según la organización, el récord pertenecía a Lindsey Corbin, con 4h15'42", pero en aquella ocasión condiciones meteorológicas suspendieron la etapa de nado), fue superado por casi 10 minutos. Bárbara dice que no venía del todo bien, aunque sólo sus tiempos demuestran lo contrario.
Ayer, Chicka dio una nueva clase de regularidad, dominando la carrera de principio a fin y controlando cada uno de sus movimientos, intentando no gastar nunca un recurso de más, porque para sortear los 1.900 metros de nado, los 90 kilómetros de trote y un medio maratón, y hacerlo a un ritmo tan intenso como éste, es necesario que cada paso sea el mejor.
Ya desde su salida se vio el hambre que tenía por Pucón. Su cambio de entrenador -desde noviembre trabaja con el australiano Brett Sutton- ha sido uno de los motores que vuelven a mantener sus ganas intactas. Apenas sonó la chicharra, se lanzó al agua con rabia, pataleando con fuerza y tomando ventaja a partir de los primeros 500 metros. Ellie Salthouse, la australiana que vino a dar caza de la tetracampeona puconina, fue quien la acompañó. "La gran diferencia de éste con los otros años es que me pude subir muy fuerte a la bicicleta. Creo que eso fue fundamental", dijo Bárbara más tarde.
Ambas salieron juntas del agua y juntas también, entre gritos de algarabía y fanatismo, continuaron hacia la zona de transición. Dos minutos y 18 segundos tardaron en quitarse el traje y salir a pedalear en busca de esos 90 kilómetros, donde Bárbara, con mucha astucia, dejó que Salthouse guiara el camino y se desgastara. Marcharon juntas a Curarrehue, con Chicka provocando euforia en cada uno de los tumultos que presenciaban la disputa.
Valentina Carvallo, la otra carta nacional en la competencia, se esforzaba mucho más atrás para poder alcanzarlas, lo que finalmente no ocurrió.
Con espalda curva y cadencia fuerte, Bárbara demostró también que sobre las dos ruedas ha mejorado su técnica. Marcó un promedio de 37.16 km/h, siempre a la cola de la australiana, guardándose para lo que vendría, su arma letal. Las tres vueltas a la Península le esperaban para golpear con un corto en el mentón a la australiana. Dos horas y 25 minutos le tomó a Allie y Bárbara recorrer el ida y vuelta a Curarrehue. Llegaron y en un minuto y medio ya estaban saliendo de la zona de transición, listas para correr.
Fue allí, de entrada, bajándose de la bicicleta, cuando Riveros tomó la ventaja. Y de ahí no la detuvo nadie.
Quizás el sábado por la tarde, a eso de las 20.30 horas, cuando Bárbara coronaba su íntima concentración con un sueño que duró hasta las 5.45 AM, la mejor olímpica de Chile durante los últimos Juegos soñó con que todo esto ocurriría y que cada paso sería más fuerte que el anterior. Su endemoniado ritmo se mantuvo de principio a fin, logrando así celebrar por cuarta vez consecutiva en Pucón, su segundo hogar.
Y es especial esa sensación, como una avalancha de ruido cada vez que se baja de la Península. La gente, en estado de catarsis por alentar a su hija adoptiva, es uno de los motores más especiales de esta carrera. Donde Bárbara, pese a cualquier inconveniente, ejerce una hegemonía absoluta.
Que se firme así. Bárbara es la verdadera reina de la ciudad lacustre. No importa nada si se trata de ella, basta sólo con confiar, a esta Chicka, aquí, nadie puede derrotarla. El verdadero volcán de Villarrica.