Se queja nuestra sociedad que demanda mano dura a diestra y siniestra. La ciudadanía contra la eterna delincuencia. Los fieles exigen al Santo Padre que chicotee los caballos y mande al infierno a pecadores eclesiásticos. Y también que los DT de fútbol domen chúcaros camarines.

Rigor contra los cabrones que abundan en los vestuarios. Todo es endosable a los entrenadores. Se dispara contra los árbitros, estadio seguro, longevos ídolos referentes, se practica un fútbol de pijama, que solo sirve para la casa, etc. Todo está en crisis.

Leo a Jorge Valdano que dice: "Lo que el Estado expulsa lo recoge el estadio". Acertadísima frase que grafica que el fútbol es un receptáculo de minorías de ignorantes con sus odios y amargura a flor de labios. Es el desequilibrio social donde la ignorancia es atrevida y el fútbol con sus cantos, lienzos, amedrentamientos, encerronas y emboscadas adquiere un nuevo lenguaje.

Gabriel Milito, el DT rancagüino, sufrió una emboscada que es oriunda de su país Argentina. Le han dado de su propia medicina. El Monasterio tendrá tanta seguridad como el Pentágono. El estratega siente miedo. ¿Culpables? Todos, jugadores, entrenadores y dirigentes que rinden pleitesía a estas minorías de rabiosos en ofrendar disculpas y perdones populistas ante la menor derrota. Así se redimen y los empoderan, transformándolos en un bastión a considerar. Craso error.

Vivimos en medio del miedo. Hinchas devotos, equipos y entrenadores. Y los dirigentes que deambulan en veredas opuestas, se desvelan en no poder traducir ese sentimiento de millones de entusiastas en dinero.

Sporting de Lisboa entrega a sus niños un documento donde dice "el sportinguista es fanático, sólo ve su león y nada más" y "ser del Sporting es saber decir siempre lo peor del adversario". Esta es una emboscada más al Fair Play y una encerrona brutal a la esencia del juego del fútbol. Una peste más que se inyecta desde la incubadora. Y conociendo ese prestigioso club, siento gran indignación. Estos ejemplos no son asuntos triviales.