El emotivo minuto de silencio
Los fanáticos azules adhirieron a la ceremonia dedicada a los niños de una escuela de fútbol de Colo Colo fallecidos en Argentina. Así, por primera vez primó la humanidad en los estadios chilenos.
La hinchada azul llegó en masa al Estadio Nacional. Su fervor habitual se vio exacerbado por la espera para ver a su equipo desde el fin del Transición hasta ayer, que se estrenaron en el actual certamen.
Por lo mismo, no extrañaron los casi 40 mil fanáticos que llegaron al principal reducto deportivo del país, que lo repletaron varios minutos antes del inicio del encuentro.
La de ayer era una jornada especial. La tragedia ocurrida cerca del paso fronterizo Los Libertadores, en la que murieron tres niños de una escuela de fútbol de Colo Colo, motivó un minuto de silencio en todas las canchas del país, por lo que la hidalguía y altura de los seguidores laicos se vería puesta a prueba.
Y, para sorpresa de muchos (los antecedentes no ilusionaban con una buena conducta en aquella instancia), los fanáticos se comportaron a la altura de la situación, tal como ocurrió en todos los estadios chilenos, y demostraron que el sentir por los hechos ocurridos en Argentina es transversal y no dejó indiferente a nadie, sin distinguir colores o ideologías.
Apenas fue anunciado el minuto de silencio y los motivos de éste, los 40 mil azules aplaudieron en señal de homenaje. Luego, en el minuto en cuestión, el estadio guardió un respetuoso y emocionante silencio. Al son de una melodía para la ocasión, los aficionados universitarios enarbolaron banderas y camisetas. Otros, además, exhibieron carteles y pancartas con mensajes alusivos al fatal accidente, expresando también por esa vía su solidaridad y respeto con las víctimas y sus familias.
En la cancha, los jugadores se fundieron en un abrazo. Algunos miraron al cielo y se encomendaron. A Dios o a quien sea. Buscando en la divinidad las preguntas sin respuesta propias de una situación tan terrible como inexplicable.
Tras el pitazo del árbitro Piero Maza, que marcó el fin del póstumo homenaje, una nueva ovación rompió el silencio del Nacional y dio paso a las arengas y cánticos asociados al fútbol y al partido que estaba por disputarse. La parcialidad hispana tuvo un comportamiento igual de ejemplar.
Fueron 60 segundos -o menos- en que los fanatismos quedaron al margen. En el dolor, el fútbol dio una muestra de grandeza.
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