En el nombre de Javier Altamirano: cómo Huachipato ha sufrido por la convulsión de su última joya
El colapso que sufrió el volante en el partido entre Estudiantes de La Plata y Boca Juniors paralizó a todo el mundo futbolístico. En la ciudad argentina se mezclaron la angustia y la desesperación. Las mismas sensaciones se extendieron hacia Talcahuano. Ahí reside su familia y está enclavado Huachipato, el club que mantiene parte de su propiedad y que ayer se midió con los pincharratas.
Si las circunstancias hubiesen sido normales, este miércoles Javier Altamirano habría vuelto a traspasar el túnel del estadio Huachipato para ingresar al campo de juego en el que creció y, finalmente triunfó. La única variación habría sido su camiseta: ya no habría sido la azul y negra con la que se desarrolló y se consagró, sino la blanca de franjas rojas del rival, Estudiantes de La Plata. En el equipo argentino, el mediocampista cumplió uno de sus grandes sueños (el otro había sido debutar en la Selección) y, paradójicamente, vivió su peor pesadilla: sufrió una convulsión que, literalmente, paralizó al mundo y que hizo temer por su vida.
Ese 17 de marzo, Altamirano participaba en el encuentro frente a Boca Juniors, en el estadio UNO. El reloj marcaba 25′ cuando todo cambió: el chileno se desplomó en el campo de juego, sin que hubiera una causa aparente. Lo que siguió fue el caos y la desesperación. El llanto se apoderó de sus compañeros y también de sus rivales. Una ambulancia retiró al mediocampista del campo de juego y lo trasladó al Instituto Médico Platense, donde despertó. Un par de días después, un parte médico de club pincharrata explicaba la situación. “Luego de los estudios realizados en el día de hoy, se determinó que la causa de la convulsión sufrida por el jugador fue una trombosis del seno longitudinal superior (cerebro). Se encuentra estable, con la medicación adecuada y a la espera de otros estudios. Permanecerá internado para control evolutivo”, comunicaba.
Inquietud
Altamirano ha dado paulatinas señales de mejoría. De hecho, aunque sigue con reposo, visitó a sus compañeros, de quienes recibió notorias muestras de afecto. Como en Talcahuano, donde le recuerdan por su personalidad respetuosa, en Argentina también se había ganado el aprecio de sus compañeros y del staff del club. Esta semana, en un gesto que en virtud de las circunstancias está más cargado de simbolismo que de realidad, Estudiantes le incluyó en la lista de jugadores habilitados para la disputa de la Copa Libertadores. En rigor, no está claro cuando volverá a jugar, aunque al menos existe la esperanza de que lo va a hacer. En la lista aparece con el número 17, muy probablemente, en alusión a la fecha del accidente.
En Talcahuano también siguen su evolución de cerca. Su familia, sobre todo. Y, por cierto, también el club. Altamirano es todavía un patrimonio de los acereros. Y no cualquiera: los acereros aún son dueños de la mitad de sus derechos económicos. La otra fracción se la vendieron a Estudiantes en una cifra cuantiosa: US$ 2,5 millones. Hasta antes del incidente, la proyección estaba puesta en una potencial venta posterior, considerando que el mercado argentino suele representar un trampolín para que los jugadores destacados partan a Europa en cuantiosas cifras. El otro era, naturalmente, la condición de seleccionado que Altamirano ya había adquirido en propiedad. “Te esperamos, Javi”, decía el mensaje que lució la Roja antes del partido frente a Francia en un certificado de esa categoría. Altamirano estaba en la lista para la primera gira de Ricardo Gareca con el combinado nacional. En la Roja debutó en junio del año pasado, frente a Cuba.
Sin embargo, los acereros establecen que la preocupación excede, por mucho, la que produce uno de sus patrimonios más preciados. “Es en lo único en que no hemos pensado en este momento. Lo importante es que Javier, que es un jugador que estuvo por años en el club, se recupere lo antes posible. Por su bienestar y el de su familia”, sentencian en Las Higueras. ”Verlo ahí, desplomado, me produjo angustia. Sentí mucha pena, conmoción y preocupación. En ese momento, uno no piensa en el jugador, sino en la persona. Acá, a mucha gente le pasó lo mismo. Hay varios que están haciendo cadenas de oración para pedir que se recupere pronto. Es lo que deseamos todos”, había graficado, hace algunos días, Alejandro Padilla, uno de sus formadores, en una columna para La Tercera.
Preocupación constante
La preocupación por Altamirano es constante y, por cierto, institucional. “No es cualquier jugador. Se formó en el club”, añaden en el seno de la entidad. En ese contexto, con Estudiantes se mantiene una comunicación frecuente para pedir antecedentes de su evolución. En ese plano, se habla entre dirigentes, aunque lo más relevante es la información que se van transmitiendo los respectivos cuerpos médicos. Con Altamirano, el diálogo también es fluido. Lo mismo que con su familia. De los últimos, por ejemplo, se ha extraído una información que conduce a la calma. “Está de alta, en la casa, tranquilo, a la espera de otros exámenes”, sostienen en Talcahuano.
De lo que existe convicción es de que no existía antecedente alguno que hubiera permitido prever el actual escenario. “Lo más probable es que haya sido un golpe de dos o tres semanas antes. Que se le haya producido un micro coágulo que creció”, teorizan.
“No tenía ningún antecedente de epilepsia o de estatus compulsivo. Probablemente sea el primero. Trombosis es una palabra intensa, fuerte, pero lo único que quiere decir que hay trombo en un vaso sanguíneo. Cuando están en una artería tiende a frenar el flujo, lo que altera la irrigación sanguínea y eso lo que produce la reacción. Pueden ser crónica o súbita, como en este caso”, había descrito Felipe Rojas, quien integró el staff médico de la ANFP y cuenta con una amplia experiencia en el ámbito del tratamiento de deportistas de alto rendimiento.
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