Maradona y fiesta son dos conceptos que en cualquier buscador en internet aparecen indisolublemente asociados. Ver jugar al astro argentino, en efecto, lo era. Absolutamente nadie que lo viera en el campo de juego podía dejar de disfrutar de su habilidad con el balón puesta al servicio de la consecución de los más trascendentes logros.
Verle fuera de la cancha, a veces, también era un deleite. Al menos en su versión más feliz, cuando no emergía la parte más oscura de su personalidad, el astro argentino daba rienda suelta a un carisma que le hizo único. Quienes le conocieron profundamente afirman que esa era su verdadera personalidad. El recuerdo que guardan de Diego, la persona, es distinto al que mantienen de Maradona, el personaje. Esa dicotomía marcó su vida. Y hasta puede decirse que se la quitó.
El festejo
En 1998, el Diez atravesaba su primer año fuera del fútbol. Se había retirado meses antes, después de un Superclásico entre Boca Juniors y River Plate. Como si se tratara de un designio, le reemplazó Juan Román Riquelme. Tras ese duelo, volvió a soportar rumores relacionados con dopaje positivo. “Con todo el dolor del alma ha llegado el momento de anunciar mi retiro. Se terminó el jugador de fútbol. Nadie está más triste que yo. Mi papá se fue llorando de mi casa y yo le prometí que cuando pasara una cosa así, largaba todo”, anunció. “Este retiro es definitivo, me lo pidió mi viejo llorando. No puede ser que mi familia sufra tanto con cada control antidoping, que la ola de rumores nos envuelva”, complementó, para no dejar margen alguno a las dudas. El calendario marcaba el fin de octubre de 1997.
El Carnaval de Río se realiza en enero. Habían pasado varios meses para que Maradona restableciera el ánimo. En el Sambódromo, de hecho, dio muestras de su faceta festiva y alocada que, por cierto, también cautivaba a sus millones de seguidores. Hay quienes postulan que el astro era capaz de hacer en vivo lo que muchos estaban condenados a mantener en la esfera de lo privado. Y que ahí radicaba el principal atractivo del personaje.
Maradona y Brasil, de hecho, estuvieron más ligados que lo que parece, según la relación de amor y odio con Pelé. En la época más gloriosa en el Napoli, el transandino forjó una sociedad gloriosa con Careca y ambos tuvieron como soporte a Alemao.
El 10 llegó a grabar un comercial para una conocida marca de bebidas en el que apareció vistiendo la camiseta de la Canarinha y entonando el himno. El spot termina haciendo con el protagonista haciendo aparecer el momento como una pesadilla, pero igualmente levantó polvareda. “Quiero aclarar que me puse la remera de Brasil en 1979 en el Sudamericano que nos clasificaba para ir a jugar el Mundial Sub-20 de Japón. Así que todos los que hablan hoy, de que me pongo la camiseta de Brasil, son putos. Con el perdón de los putos, que los respeto mucho”, disparó. “Me puse también la de Careca en el 90, cuando los dejamos afuera y no me arrepiento. Nada cambia”, remató. En el país más grande de Sudamérica su muerte de lloró como si fuera una de los suyos.
El día en que quiso ser brasileño
Esa edición del Carnaval no fue la única a la que asistió Maradona. Sin embargo, se le recuerda especialmente por dos hitos. Primero, por una declaración propia de su sello, de las que luego se transformaron en objeto de culto. “En este momento quisiera sentirme brasileiro. Es el espectáculo más lindo del mundo”, dijo frente a una cámara de televisión. Los videos de la época le muestran disfrutando de la celebración en plenitud.
Hay otra imagen icónica de esa versión del festejo: el encuentro con Edmundo. Entonces, el delantero era uno de los principales atacantes del país. Maradona le ungió por partida doble. “Animal, el número 1. Después de mí, la locura y el fútbol, los dos”, dijo respecto del delantero, quien se caracterizó por una personalidad arisca, pero cuyas condiciones le alcanzaron para brillar en su país y en el fútbol italiano, aunque su carrera se fue diluyendo sostenidamente.