En la tierra del gigante
Con 2,26 metros, Samuel Deguara es el techo del baloncesto nacional. Juega en Puerto Montt tras deambular por siete países y superar una adicción al alcohol. El pívot maltés muestra su historia y las complicaciones de su estatura.
Un pulcro silencio inunda el gimnasio municipal de Puerto Montt. El ruido que hace segundos repletaba de eco el reducto deportivo dejó espacio al respeto. La barra de Ancud, de pie, observa. Los hinchas locales acompañan con sobriedad. En la cancha los jugadores, formados en el centro, viven su propio ritual. En medio, una cabeza sobresale. Es la de Samuel Deguara (28 años), pívot maltés de 2,26 metros que llegó al CEB para la Liga Nacional de Básquetbol. Es uno de los basquetbolistas más altos del mundo. Y por él, justamente, es el homenaje.
Días atrás, Sam viajó a Malta para estar con su padre. Una especie de despedida, pues a quien reconoce como su mentor vivía sus últimos instantes. Viaje corto y de vuelta al sur de Chile. De la noticia se enteró lejos, ya cubierto bajo la lluvia puertomonttina. Su papá había fallecido, pero él se mantuvo profesional, concentrado en el baloncesto. "Fue una gran persona. Siempre estaba pendiente de su familia. Trabajaba muy duro, se levantaba a las cinco de la mañana", recuerda Deguara, cuya cara ruda no tiene mucho que ver con su apacible y amigable actitud.
El minuto de silencio previo al duelo entre CEB y Ancud, por la quinta fecha de LNB, el primer sábado del estallido social en Chile, fue respetado por propios y rivales. Otro gesto para el jugador, a quien no han parado de agasajar desde que en septiembre arribó al aeropuerto El Tepual.
Cuando se confirmó la llegada del gigante europeo, Puerto Montt vivió un evento revolucionario. Apenas se bajó del avión disfrutó del aprecio de curiosos que se toparon con él en la sala de equipaje. Una vez que averiguaban quién era y qué hacía en la ciudad, le pedían fotos y autógrafos. Estuvo hasta una hora y media después de su arribo, recibiendo cariño y atendiendo a la prensa local. La expectación era tanta, que ese mismo día visitó al alcalde en el municipio. No solo por la estrecha relación entre club y el órgano municipal, sino por la impresión que causó en el edil Gervoy Paredes, quien quiso ser el primero en conocerlo.
La carpeta con el nombre de Deguara llegó al CEB a mitad de año. Su altura fue un factor que emocionó de inmediato, pero también un problema que atender. Buscar una casa, que fuera cómoda para sus 226 centímetros, fue lo primero. Así es como la directiva dio con dos cabañas ubicadas cerca del barrio industrial de Puerto Montt. Una quedó para el estadounidense Alex Johnson, base del equipo. Y la otra, para Samuel y su novia, Iva, de origen austriaco.
"Fue complicado el tema. Encontramos cabañas de dos pisos que estaban en su último proceso de construcción. La altura de las paredes es de 2,45 metros, entonces no había problemas. En las puertas, nada que hacer", describe Sandro Ovando, presidente del CEB Puerto Montt. El esfuerzo del equipo también fue valorado por el maltés, quien cada vez que levanta la mano alcanza sin esfuerzo el aro del gimnasio municipal porteño. "Él sabe que uno trata de hacer lo posible para tenerlo cómodo. Sabe que por su altura tendrá algunos inconvenientes, pero es una persona humilde, sencilla y que se adapta", añade el directivo.
En casa de Sam la primera regla es sacarse los zapatos. Cuestión de costumbres. Y ahí, si el jugador se para en el primer peldaño de la escalera su cabeza choca con el segundo piso. Sin embargo, lo más llamativo es su cama. Una ingeniería que tiene orgulloso al club. "Es una cama de dos plazas y al final se le agregó otra de una plaza, atravesada", dice Ovando. Otras comodidades se han empleado para el maltés. Por ejemplo, en el bus en el que viajan a otras ciudades no está la primera corrida de asientos, para que el pívot pueda sentarse en la segunda y estirar sus piernas.
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Samuel Deguara posa para La Tercera en la cama que adaptaron para su altura, en su casa cerca del barrio industrial de Puerto Montt (JM González).[/caption]
El camino
Hoy recibe los mimos que las esperanzas del club le permiten. Anhelan que sea el mejor pívot de la Liga. Pero esa atención no siempre fue la misma. Su inusual estatura le trajo problemas cuando niño. Deguara cuenta que en Malta le quisieron amedrentar, pero fue más fuerte que los abusivos. "Trataron de hacerme bullying, pero no pudieron. Siempre estuve consciente de mi altura, de que mi familia y mi padre estaban orgullosos. Estaba orgulloso de mí mismo. Aunque fuera alto, estaba feliz por eso", dice Sam.
Reconocido a sí mismo como un deportista desde siempre, también tuvo que batallar por encontrar implementos que se adecuaran a su crecimiento. "A los 10 años mi papá trató de llevarme a buscar zapatos, pero era imposible", explica. En aquel tiempo no era el básquetbol lo que más movía a Samuel. Más bien, era el fútbol y su habilidad para jugar de arquero: "Era bueno, nadie me podía anotar. Tenía buenos reflejos, usaba mis piernas para atajar".
Unos profesores de su infancia le recomendaron probar con el baloncesto. Sabían que su altura podía ser preponderante. Y así decidió cambiar su destino. Siguió en la escuela y tras finalizar emigró a Italia. Sin embargo, terminar su educación es una decisión que aún lamenta: "Si hubiera salido un año antes, podría haber jugado por Italia, porque te piden cuatro años en un equipo juvenil y yo solo estuve tres".
En su nación había sido observado por el seleccionador de Malta desde los 14 años, pero en el básquet italiano inició su curso profesional. A los 16 emigró a Italia, donde el Treviso le dio su primera oportunidad. Tras eso, tuvo una vuelta obligada a casa. Un renacer necesario en un momento en el que las malas influencias y el alcohol amenazaron con botar todo lo que había conseguido.
"No pude salir del alcohol. Con eso me lesioné el tobillo, por mucho estrés y no hacerme cargo de mi cuerpo. Estuve mucho tiempo recuperándome. Nadie me quería. No sabía qué hacer y creía que abandonar era una buena idea", lamenta Deguara. Y añade: "Volví un año a Malta, hice muchos puntos, pero no cambié mis hábitos".
Sus condiciones inéditas, una altura deseada en el básquetbol, le hicieron recapacitar y retomar el rumbo de su carrera. De ahí, ligas de España, Canadá, la G League de Estados Unidos, más un paso asiático por Malasia, Tailandia y Hong Kong le ayudaron a encausar el rumbo. Y no fue en vano, pues también tenía la motivación de que desde la NBA lo observaban de reojo. Es más, antes de arribar a Puerto Montt estuvo entrenando unos días con Dallas Mavericks, quienes lo querían para jugar en su equipo de verano. Sin embargo, el gigante maltés optó por la seguridad laboral y por un contrato que le diera tranquilidad. Eso sí, no niega que su sueño es jugar en el básquetbol estadounidense.
Introvertido, de esencia humilde, pero bravo en la cancha, el maltés Deguara es una de las atracciones de la actual Liga Nacional de Básquetbol. Aunque le tocaron difíciles primeros partidos, la esperanza del CEB está puesta en él. Y Samuel lo sabe. Lo toma y se ocupa. Retribuir aquel respeto que recibió desde el aeropuerto y que lo conmovió antes de enfrentar a Ancud, es una de las metas de este pívot cuyo propósito es solo uno: "ganar y solo ganar". Hasta el momento, ya ha disputado nueve encuentros con los de Puerto Montt, aportando 154 puntos (17,1 por partido), siete tapones y 100 rebotes (11,1). Su objetivo es claro y ni la lluvia sureña, la distancia con su isla de origen, lo pueden parar.
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Deguara, parado en el primer peldaño de su escalera con la cabeza apoyada en el segundo piso (JM González).[/caption]
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