Claudio Bravo llegó a la Copa América en un momento especial. Había terminado su relación contractual con el Betis y, a los 41 años, por primera vez en su carrera empezó a visualizar el retiro como una opción concreta. De hecho, le había confesado a sus cercanos que la decisión podría producirse, incluso, después de la participación con la Selección en el torneo continental. Sería, por cierto, el broche de oro para una carrera que, a nivel de clubes y de la propia Roja, resulta inobjetable. Que aún sea el capitán del combinado nacional resume su trascendencia y legado. Que en su palmarés figuren los dos títulos internacionales del fútbol chileno a este nivel, ambos con participaciones cruciales suyas, grafica su importancia. La consideración como el mejor portero chileno de la historia no admite contradicciones objetivas.
La actuación que cumplió ante Argentina removió hasta al propio vilucano, cuya actuación fue reconocida hasta por quien ocupaba el arco de enfrente: Emiliano Martínez. Ante Messi y compañía, volvió a rendir como en sus mejores tiempos y confirmó una vigencia que si bien puede no alcanzarle para seguir en una primera línea del fútbol mundial, de la que se hizo un integrante pleno por mucho tiempo, perfectamente puede permitirle extender su carrera en mercados emergentes. Desde dos de ellos, de hecho, le llegaron llamadas: lo quieren en la MLS y en la pujante liga de Arabia Saudita.
Cuidados especiales
“Estoy hecho mierda, pero ahora a la ducha fría”, declaró después del partido frente a Argentina, en el que demostró que sus cualidades técnicas siguen intactas. Las físicas sufren, muy probablemente, el rigor de una carrera extensa en el plano más alto del fútbol internacional, que implica viajes, entrenamientos y partidos de alta exigencia. Su caso, de hecho, constituye una excepción. Un dato lo grafica: el es jugador más veterano del torneo en sus 108 años de historia.
Después de cada encuentro, de hecho, Bravo recibe cuidados especiales. El cuerpo médico le prodiga atenciones como masajes y realiza trabajo con los kinesiólogos del equipo. La recuperación después de los partidos ya le cuesta mucho más que antes. De ahí que su confesión tras el choque ante la Albiceleste haya sido tan auténtica.
Sin embargo, ese mismo duelo le dio al golero la convicción de que aún le queda un margen para seguir disfrutando del fútbol dentro del campo de juego. Probablemente, sin la presión que implica medirse con jugadores que están en la plenitud de sus formas recurrentemente, pero sí de vivir nuevas experiencias. El respeto del que goza a nivel mundial es un aval suficiente para que se le hayan acercado opciones que, incluso, no esperaba. Lo de la liga norteamericana parece más predecible, incluso por la evidente cercanía con Lionel Messi, con quien conversó en la misma cancha del Metlife Stadium, después del partido. Al margen de ser rivales a nivel de Selección durante más de una década, la coincidencia en el Barcelona generó entre ambos una relación de respeto.
Hay un elemento que puede resultar fundamental. El Inter Miami ha rodeado a La Pulga de jugadores que han pasado por el equipo catalán, precisamente en la búsqueda de un sello futbolístico en el que Bravo encaja a la perfección, por su estilo de participación en el juego desde la construcción inicial. Hace un par de semanas, Julio Rodríguez, quien participó en su formación, le recomendó, a través de El Deportivo, tomar el teléfono para contactarse con el transandino y plantearle la opción de volver a jugar juntos.
El llamado desde Medio Oriente le sorprendió. Sin embargo, es evidente que se debe a la vigencia que mostró frente al campeón del mundo.
Un factor crucial
En ambos casos, se da por descontado que se tratará de propuestas económicas atractivas. Y ambas tienen un factor adicional que para Bravo es crucial: la posibilidad de desarrollo para su grupo familiar, especialmente sus hijos. Monetariamente, de hecho, el portero está realizado. Ordenado en sus gastos e inversiones, tiene un patrimonio que le permitiría vivir tranquilamente el resto de sus días. Ha incursionado en emprendimientos como un complejo deportivo y, ahora último, explora el área de la fabricación de indumentaria. Ante Paraguay, por ejemplo, utilizó guantes de una marca propia: Uno. Es la misma identidad que tiene el espacio para la práctica del deporte que mantiene en Buin, donde también se prepara a nuevos porteros. Bravo, de hecho, ha participado en clínicas deportivas en la medida de que sus posibilidades lo permiten.
Las aspiraciones del guardameta van mucho más allá del dinero. En la época en que defendía al Manchester City, por ejemplo, al margen de la posibilidad de disfrutar todo lo asociado a uno de los clubes más poderosos del mundo, Bravo lucía con mayor orgullo otro logro: la posibilidad de que sus hijos aprendieran inglés y que, finalmente, terminaran dominando ese idioma a la perfección. Si optara por Estados Unidos, la oferta académica para sus retoños será amplia y, además, puede incluso vincularse al deporte. Ir al país asiático implicará para todo el grupo familiar una chance de conocer una nueva cultura.
Bravo también piensa a mediano plazo. La posibilidad de sumarse a algún staff técnico también le seduce. Cuando estaba en el City, de hecho, recibió la propuesta de Josep Guardiola. El trabajo con Manuel Pellegrini en el Betis también le generó esa opción con el Ingeniero. Por ahora, sin embargo, el capitán de la Roja aspira a llegar lo más lejos posible con la Selección, probablemente en la última oportunidad que tenga de jugar la Copa América. Para colgar los guantes, aún queda tiempo.