Un equipo sin alma

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Sergio Vittor es quizás el más fiel reflejo del momento de la U. Tomando las banderas de la desesperación, abandonando la retaguardia para intentar cambiar la historia sin instrucción alguna desde el banquillo y, principalmente, sin cumplir la primera misión encomendada: defender. Porque para eso lo trajo la dirigencia de Azul Azul, para darle seguridad al fondo del equipo que tanto problemas tuvo el año pasado. Pero a la postre, el remedio, por ahora, está siendo peor que la enfermedad. Los errores siguen y nadie los detiene.

La U es una lágrima. Un cuadro sin alma y sin fútbol. Con un entrenador que se prepara más para endulzar los oídos de los hinchas que para darles soluciones a sus pupilos. Y así le va: tres puntos de 21 posibles. Un papelón más grande que su llegada al club en marzo pasado. Aquel dicho que reza que "lo que empieza mal, termina mal" toma cada vez más fuerza en torno al DT.

En medio de esta crisis, los llamados referentes dentro de la cancha no dan señales de vida. Ni siquiera Johnny Herrera, que hasta hace poco parecía el único salvarse de la debacle. Hoy nadie queda inmune. El fantasma de la B acecha con fuerza y nadie parece darse cuenta dentro de un camarín donde nadie alza la voz.

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