Es de rotos
El polígrafo Roberto Merino señaló, en una antigua crónica, la oscuridad del origen del término "roto". Si bien conecta con la batalla de Yungay y los andrajosos soldados chilenos que derrotaron a sus pares de la Confederación, el significado y alcance es mucho más complejo y difuso. Otro escritor, Benjamín Subercaseaux, al que sus maldicientes enemigos motejaban como "Benjamona Subercasiútica", se ocupó mucho sobre los rotos y sus distintas categorías, advirtiendo que "el término es sumamente vago y nadie quiere puntualizarlo mucho por puro temor a quedar incluido en él".
Se hablaba antes de rotos con y sin plata, patiperros, trabajadores o flojos, alzados o dóciles, pijes y emparafinados. El abanico era tan amplio, que todo chileno podía serlo. Personaje clave en la cultura popular, Edwards Bello le dedicó una famosa novela cuyo título no deja equívocos: El Roto. Las cosas cambiaron, claro, el roto ha sido apartado del lenguaje habitual, por su carga discriminadora, etiquetadora y clasista. El roteo a destajo, viejo deporte de los aristócratas y de quienes pretendían serlo, ya no se práctica con la impunidad de hace medio siglo.
Distintas son las roterías, su naturaleza está vigente. En eso hay poca discrepancia: se trata de actos desconsiderados, groseros, alejados de la más mínima caballerosidad o desprendimiento. Por lo mismo, y explico tan larga introducción, la actitud de Unión Española de negarle la pelota, más grave, arrebatársela de sus manos, a Álvaro Ramos el domingo en Santa Laura después de conquistar tres goles, sólo puede catalogarse como rotería por todo lo ancho.
Agravan la falta las explicaciones, y el tono irritado de ellas, del gerente técnico de Unión Española. Primero felicita al utilero que le quitó la pelota al Chanchito Ramos, luego dice que la pelota vale cien mil pesos, después asegura que regalarla al autor de un hat-trick, disculpen la siutiquería del término, es "un invento del CDF", y al final acusa a la hinchada de Everton de haberse robado una que cayó en la galería.
La pelota no vale cien lucas, en Nike la venden a 90 mil al detalle, pero Unión las compra al por mayor, por lo que obtiene un importante descuento. Además, ya estaba usada, por lo que pierde inmediatamente el 19% del IVA. Tampoco, y esto se cae solo, regalarle la pelota al autor de tres goles en un partido no es ni por azar un invento del CDF. Se hace en todo el mundo hace varios años. No está en el reglamento, pero se transformó en una bonita y delicada costumbre, premiando con un recuerdo pertinente al goleador. Más patético es reclamar una pelota robada por los barristas como justificación para el actuar grosero: "Si ellos se chorean una, yo me choreo otra".
Por lo anterior, a la rotería sin nombre en contra de Álvaro Ramos, negándole su premio por jugar bien al fútbol y tener su noche de gloria, se suma la doble rotería de justificarse con cabezas de pescado y datos cuchuflentos. Y, encima, se dicen todas estas tonterías con aire de grave enojo y profundo fastidio. Aquí calza perfecta la descripción que hace Subercaseaux de cierto tipo de individuo, el Roto Rey, al que señala como "una suerte de divinidad irritada e intocable, que reclama para sí todas las consideraciones que no tiene para los demás".
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.