Espionaje en la Fórmula 1: los riesgos y precauciones que toman las escuderías en la máxima categoría del automovilismo

Adrian Newey, director técnico de Red Bull Racing quien ha ganado 10 títulos de constructores de Fórmula 1.
Adrian Newey, director técnico de Red Bull Racing quien ha ganado 10 títulos de constructores de Fórmula 1. Foto: redbull.com.

En una competencia estrecha, la protección de los conocimientos tecnológicos juegan un rol clave. En esta rama los más mínimos detalles pueden significar la victoria y los equipos utilizan diversos medios para estar a la vanguardia y captar qué están haciendo sus rivales.



La Fórmula 1, que este domingo vive una nueva fecha con el Gran Premio de Canadá, es por lejos una de las actividades deportivas cuyo desarrollo tecnológico va marcando la vanguardia. Las innovaciones van marcando la pauta cada año y esto incide en los resultados tanto como la forma de llevar el monoplaza de cada piloto, tal como se ha podido ver a lo largo de la historia de la categoría.

Por lo mismo resulta fácil de suponer que todos estos avances vayan creando una serie de piezas y elementos que pudieran ser protegidos a través de la inscripción de las correspondientes patentes. Claro que a pesar de que año a año van surgiendo más desarrollos, esto no es común que ocurra.

Uno de los motivos que explica esta situación es que si un determinado equipo protegiera a través de este sistema sus hallazgos, sus rivales tendrían la posibilidad de pedir su exclusión de la tecnología a la Federación Internacional del Automóvil (FIA), con el fin de que el organismo excluyera el avance de su lista de estándares y homologaciones. Así, las innovaciones pasan a ser secretas con el fin de obtener con ellos una mejora en el rendimiento y con ello pelear por las victorias.

“Las patentes de invención tienen la particularidad de que cuando tú la presentas en una oficina de propiedad intelectual en un país, esa información después va a ser publicada, entonces todo el mundo va a tener acceso a la información de esa patente. Y después de 20 años de protección, eso va a caer en el dominio público y cualquier persona va a poder utilizar esta información para replicar esa patente”, explica Catalina Olivos, abogada del estudio Santa Cruz IP y experta en propiedad intelectual, en diálogo con El Deportivo.

“Por ejemplo, si hago una mejora en un elemento de la Fórmula 1 como el halo y yo lo patento, y tiene algo súper específico que hace que tenga una mejor performance mi auto, después el competidor va a poder utilizar esa patente en unos años más. Y si no también, como esa información va a estar publicada, se puede hacer ingeniería inversa para poder lograr algo parecido a lo que yo estoy patentando”, añade.

El Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI) define el secreto industrial como “todo conocimiento sobre productos o procedimientos industriales, cuyo mantenimiento en reserva proporciona a su poseedor una mejora, avance o ventaja competitiva”.

En este sentido, remarcan que “todas las empresas tienen secretos empresariales. Algunas son sumamente conscientes de la importancia que revisten estrategias estrictas para garantizar la protección de sus secretos contra toda revelación que les pueda ser perjudicial”.

Una de estas medidas para mantener la confidencialidad de estos secretos es la protección jurídica, en la que se pueden incluir acuerdos sobre confidencialidad en los contratos de los empleados.

“En la Fórmula 1 hay muchos cambios de equipo. Ellos tienen unos contratos muy complejos donde se hablan los temas de propiedad intelectual y esos secretos comerciales. Allí se establecen cláusulas donde se les dice que toda la información que han recabado no puede ser llevado a otros lados. Eso al final también es trabajar con propiedad intelectual”, sostiene Olivos.

Esta última situación ha vuelto a estar presente en la Fórmula 1 con el caso del ingeniero británico Adrian Newey quien se unió al equipo Red Bull en 2005, siendo a quien se le atribuye el desarrollo de los monoplazas con los que la escudería austríaca ha comandado el Mundial junto al piloto Max Verstappen.

Tras 18 años de trabajos conjuntos, el gurú tecnológico está en la mira de otros equipos que pretenden llevarse su experiencia. En este caso, tras finalizar su contrato en 2025, una cláusula le permite volver a trabajar en otra escudería solo a partir de 2027 en lo que se denomina ‘gardening’ (jardinería).

Este término se refiere a una cláusula que busca evitar que el empleado de un equipo cambie a otro y trabaje directamente para un rival justo al momento de terminar su vínculo. Es decir que Newey, ingeniero en jefe de Red Bull, no podría participar en la construcción del vehículo de Aston Martin en 2025, una de las escuderías que estarían dispuestas a apostar por él. De irse, recién podría trabajar de forma directa con el coche de la edición 2028.

Casos de espionaje

Así como el gardening busca que los conocimientos de los ingenieros, de alguna forma “caduquen”, los equipos tienen la oportunidad de indagar en los coches ajenos, pero solo cuando estos ya se encuentran circulando sobre las pistas. Fotógrafos encargados de registrar zonas de los monoplazas específicas, inspección directa en la transmisión oficial televisiva o el uso de cámaras infrarrojas para ver las temperaturas de funcionamiento pueden ser consideradas formas legales y toleradas para ver las novedades de los rivales.

Claro que esto no permite a cabalidad obtener el conocimiento de cómo funciona cada pieza. Por el contrario, una situación que sí es castigada es el traspaso de información confidencial como planos y datos concretos entre escuderías.

Uno de los casos más bullados fue el llamado Spygate entre Ferrari y McLaren en 2007, cuando Nigel Sepney, del equipo del Cavallino Rampante le pasaba información a Mike Coughland. Las sospechas de la escudería italiana los llevaron a hacer la denuncia respectiva a la fiscalía. Si bien la investigación no encontró nada fuera de las normas, todo cambió cuando Ron Dennis (McLaren) informó al ex jefe de la FIA Max Mosley de un intercambio de mails.

Tras ello, McLaren sufrió la expulsión del Mundial 2007 y una multa de 100 millones de dólares.

En el mismo año, el equipo Renault también fue amonestado después de que un ingeniero recién fichado, proveniente de McLaren, había traído con él datos de su ex equipo de 2006 y 2007.

Otro suceso llamativo sucedió en la temporada de 1978 cuando una buena parte del equipo Shadow, disconforme con su jefe, formaron una nueva escudería: Arrows. Cuando los dos monoplazas salieron a la pista se pudo apreciar que eran iguales. Con el tiempo, la justicia decidió castigar a Arrows con la prohibición de usar el vehículo además de una multa.

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