El clásico de ayer en San Carlos encontraba a las universidades en realidades diferentes, pero hermanadas en algunos conceptos.

La UC puntera ofrecía solidez desde su aspecto defensivo y con una organización de juego mejor aprendida que su rival. Todos participan en todas las fases del juego. El apego al cero en el arco propio lo ha llevado a cuidar resultados que parecen exiguos, pero que lo han llevado a la punta del torneo.

Ese mismo apego revela la U con Valencia, pero por una razón distinta. El interino DT agrupa gente porque necesita espantar los fantasmas que aparecieron después de sendas goleadas. Quitar temores no es tarea sencilla y menos ante el puntero. En resumen, San José y Valencia plantean lo mismo, pero de manera distinta (aunque suene ridículo).

Afortunadamente existen matices y futbolistas que otorgan un sello poco imitable. Estos fueron los que aprovechó el DT cruzado en la primera parte. Una recuperación agresiva pero de lentas transiciones. ¿Dónde ganó? En la movilidad de sus hombres en ofensiva.

Si complicaron a la zaga azul, fue precisamente por las características de los delanteros cruzados. Salvo César Munder, que es un extremo clásico, el resto de los que llegan en delantera jamás ocupan posiciones fijas. Ni Vaz ni Contreras, los centrales azules, tuvieron referencias de marca para poder salir, lo que obligaba constantemente a meterse atrás por precaución.

Sin embargo, la UC sigue mostrando un comportamiento digno de análisis. Cada vez que consigue el gol tiende a bajar el ritmo. En lugar de aprovechar el impulso opta por manejar el partido con una circulación muy pronunciada.

Esto no sería problema si no fuera por la reacción del rival. La U salió virada el segundo tiempo, marcando claramente que su perfil de ataque sería el izquierdo. Beausejour, Araos y Soteldo se fueron de cabeza contra Rebolledo. Cualquiera hubiera pensado que la UC iba a reforzar esa zona. Pero no. Dejó su equipo tal cual y afinó la marca por la zona central.

Muy arriesgado, en mi opinión. Porque hizo crecer a la U desde lo anímico. La sensación de plantarse en campo contrario le da al jugador una motivación extra y los del equipo laico la encontraron.

Fue un partido más tenso que intenso, con fallas arbitrales evidentes que darán que hablar (una vez más), pero lo vivido en San Carlos fue un fiel reflejo del espíritu que mueve a estos equipos. Y de lo que viven. Ni más ni menos.