Este no es Sampaoli

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Este no es Sampaoli. Es decir, externamente es el mismo: el que se mueve junto a la raya de cal superando los límites reglamentarios para el entrenador, que celebra desaforado los goles, que en sus declaraciones siempre cree que el resultado fue mezquino para su propuesta, que en su discurso la rebeldía y el amateurismo siguen colgando sobre el portal con luces de neón.

Pero en la cancha, donde su lenguaje y su propuesta debe ser aplicada, convertirse en algo concreto y tangible, no es Sampaoli. Es cualquiera. La selección argentina, en un año, ha convertido al hiperventilado ciudadano de Casilda, innovador, arriesgado, astuto y con una capacidad sobresaliente de adaptarse y evolucionar, en un técnico romo, previsible, entregado a la inspiración, la casi inexistente inspiración de un plantel aburguesado y triste.

Sampaoli será cuestionable en lo ético. Cree que los entrenadores exitosos no deben pagar impuestos, no le gusta pagar un café siquiera, se anda ofreciendo como producto de saldo, es oportunista, vivaracho y puñalero. Así no más. Pero en la banca su capacidad no está en cuestión: sabe mucho, trabaja como burro y lo aplica de manera brillante. O, al menos, esa era le imagen que dejó en Universidad de Chile, la selección chilena y el Sevilla. Y ese entrenador, que se lleva todo por delante y ni da vuelta la mirada para ver los heridos que deja en el camino, es el que quería la AFA y pidieron los jugadores para lograr el título que hace tres décadas se le niega al fútbol argentino.

La verdad es que el debut en Rusia contra Islandia dejó en claro que el peso de la historia es más fuerte que la mentada rebeldía y amateurismo de Don Sampa. Argentina jugó a la misma velocidad de siempre, apretada hasta rechinar los dientes, lenta en el traslado y culminando todas las jugadas en Messi de espaldas al arco y con dos o tres hombres tapándolo. Este Messi abrumado, depresivo, que hasta patea los penales con miedo.

¿Dónde está la recuperación de pelota en el primer cuarto de cancha rival? ¿Dónde quedó el ahogo abrumador a la salida y el forzar el error? ¿Desde cuándo necesita cuatro zagueros para marcar a un solo delantero islandés? Y esos cambios: pieza por pieza. Sin arriesgar un centímetro. Sus laterales siempre fueron agresivos y veloces, que se mostraban cada vez que comenzaban a elaborar la jugada. Lo de Salvio y Tagliafico fue una pena. Con suerte desbordaron una vez cada uno. Había un precipicio a la entrada del área.

El dibujo de Argentina podrá ser similar al que usaba en la selección chilena, pero la intensidad y la convicción ni se acercan. Marcelo Díaz metía pelotazos punzantes y cambiaba la velocidad del juego, Mascherano juega con bototos de astronauta. Y ese jugador lento, aburrido, sin hambre, es por quien pasan todas las pelotas. Así, Argentina no tiene nada que hacer.

Insisto. Acá nos estafaron. Pusieron a un clon de Sampaoli, alguno que ganó un concurso de imitadores de un matinal. No puede ser que su fútbol se haya resignado tanto. Tal vez Don Sampa está secuestrado y lo de Argentina es como Kagemusha, el ladronzuelo que mandaron a la batalla suplantando al caudillo militar Shingen, quien había muerto sin que sus adversarios lo supieran.

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