Pese a que siempre contó con las condiciones naturales para destacar en el rugby, Esteban ‘Samu’ Inostroza (29 años, 1,85 metros de altura y 129,2 kilos) llegó a la disciplina de casualidad. Por unos calambres que le daban cuando cursaba tercero fue a visitar a un médico. El profesional, al ver su contextura física, le recomendó practicar deporte. Y no cualquiera: en una receta le puso tres posibles clubes en donde podría aprender de la ovalada.
Una serie de eventos aparentemente sin conexión le abrieron la puerta en un camino que ahora lo tiene a 14 días de debutar en un Mundial de Rugby XV. El primero al que Chile va.
Esa anécdota es solo la primera de una historia única dentro de los Cóndores y es que Samu no representa el perfil habitual de un jugador de rugby. Creció en Maipú y recién jugó su primer partido cuando iba a cumplir la mayoría de edad. Estudió gastronomía y hasta el día de hoy trabaja en una empresa que fabrica granola. Vive desde 2021 en una cabaña dentro del Centro de Alto Rendimiento y desde hace siete años mantiene el mismo corte de pelo por una manda que hizo con una amiga.
“En un principio nunca pensé en profesionalizarme en el rugby. Para mí era un hobby. Era un momento de desconectarme lo que era la semana”, admite Inostroza a El Deportivo.
Esa realidad cambió rápidamente, cuando a menos de dos años de haber debutado en Húsares comenzó a ser sparring de la selección. Entrenaba a las 6:30 AM en el Prince Of Wales Country Club, después se iba a trabajar y después en la tarde se dirigía al CAR para formar parte de los Cóndores. “Nunca lo sentí como un sacrificio, porque era algo que yo estaba deseando, pero sí creo que me ayudó a procesar lo que es el alto rendimiento. Hay que dejar cosas de lado, priorizar el descansar, cuidar sus tiempos”, admite.
El esfuerzo y la mentalidad valieron la pena, porque Inostroza es uno de los nominados para representar a Chile en Francia. “Fue un tiempo de mucha ansiedad. Perdí más pelo del que ya había perdido. Pablo (Lemoine) nos dijo unos días antes del partido con Namibia y fue un pequeño relajo, pero con un cumulo de emociones. Alegría, un poco de rabia, muchas emociones encontradas en el momento en que dicen tu propio nombre”, recuerda sobre el día en que supo que estaría en la cita.
Al evento llega con su distintivo peinado. Rapado completo, pero con un mechón atrás, el corte lo acompaña desde 2017, cuando hizo una manda por una amiga que pasaba por un complejo cuadro de salud. “Se mejoró y yo tengo que estar 10 años con este mechón”, confiesa.
Al ser consultado por las motivaciones que lo llevan a mantener dicha promesa, no muestra dudas. “Intento de ser consecuente con las cosas que prometo”, reflexiona.
“Todo este grupo tiene ese pensamiento. Yo siento que soy alguien que trata de cumplir objetivos y en el grupo los chicos estaban muy convencidos de lo que querían. Yo me sumé, Seguí para adelante y me propuse llegar lo más lejos que pueda. A mi parecer siempre estuvo la meta de clasificar al Mundial”, añade el cocinero que dice ser mejor para lo dulce que para lo salado, aunque hace un par de años probó suerte con un carrito de comida en Maipú.
Finalmente, la conversación se enfoca en lo importante que es para el rugby abrir sus puertas a nuevos espacios. “Ahora se ven más chicos de región, de diversas comunas. Ya no son de la típica categoría de antes. Entonces, creo que la federación sí ha hecho un gran trabajo en ese sentido. Hay rugby de Arica a Punta Arenas. Pero igual falta tiempo para que sea más popular, para que llegue a más estratos. Debemos aspirar a que haya pelotas de rugby en los colegios, que en un recreo se pueda jugar”, menciona antes de despedirse.