Corría el minuto 36 de partido en La Florida cuando Eduardo Lobos (también 36) decidió combinar en corto con uno de sus defensores. El invicto Everton, aspirante a puntero tras el empate de Unión el día anterior, perdía ya por 1-0, pero lo que ocurrió cuesta tanto explicarlo como terminar de entenderlo.
El central devolvió la pelota cómodamente al experimentado arquero, quien en su intento de control hipotecó el encuentro. El cuero se coló bajo su suela y su reputación se vino al suelo. Santos marcó a placer y Audax terminó goleando 3-0, alejando de la punta a Everton e infligiéndole su primera derrota.
"Lo que pasó tuvo que ver con el exceso de confianza, porque es un arquero que juega bastante bien con los pies. Pero en esa jugada cometió dos errores, quitarle la vista al balón y querer controlarlo con la planta, que es una superficie de contacto muy compleja", explica hoy, en conversación con La Tercera, Óscar Wirth, preparador de arqueros en las series menores de la Selección. Ésas en las que Lobos, el extraño cancerbero, militó también, llegando a anotarle, en el Sudamericano Sub 20 de 2001, un tanto a Bolivia jugando de delantero.
La carrera del guardameta de Everton, nacido en Curicó el 30 de julio de 1981, ha sido siempre tan atípica como lo es su presente. Colocolino de cuna, cuenta con dos títulos en su haber, ambos en las filas del Cacique: 2002 y 2014, meses antes de ser desechado. "Venía de una excelente campaña y con mi grupo se manejaba muy bien. Era un líder en el plantel y su voz se escuchaba", asegura Omar Labruna, que lo dirigió en el cuadro popular en 2013, año en que comenzaron a relacionar su inapropiado estado físico -visiblemente gordo- con un problema de sobrepeso. "Es un jugador que tiene que cuidarse más de lo normal. El profe le hacía doble jornadas durante dos días de la semana en el Monumental", desclasifica el estratega.
Un estigma que, desde su misteriosa salida de Cobresal, en 2016, y pese a la ciega confianza que ha depositado en él Vitamina, le acompaña todavía. "Se ve un poco excedido en su peso y yo no lo veo deportivamente en perfectas condiciones. Él juega porque tiene capacidades y conocimientos del puesto", manifiesta Óscar Wirth. Y Manuel Astorga, reputado ex preparador físico del Chino Ríos, y también del Cacique, ahonda: "Uno, desde afuera, sólamente puede tener una apreciación por lo que llamamos el fenotipo, es decir, lo que se ve. Y lo que se ve, que es distinto al biotipo o al genotipo, pareciera ser que está más grueso de lo que en algún momento se le vio. Porque claramente Eduardo es más longilíneo al ser un jugador alto". De 1,87 metros, exactamente. Y alrededor de 90 kilos.
Su rendimiento deportivo en Viña, el del primer guardameta chileno en llegar a jugar la Europa League (con el Krylia Sovetov ruso, entre 2005 y 2010) ha sufrido también tantos altibajos como loas y críticas ha recibido su desempeño. Y su figura.
Señalado por los propios hinchas (tras la derrota ante Colo Colo el pasado torneo; la caída en la final de la Copa Chile, también ante los albos; la eliminación copera a manos de Coquimbo, este semestre; y su grosero error ante Audax, en la última fecha), era hasta hace poco una de las vallas más inexpugnables del Transición. Esta tarde y ante el club de su ciudad natal, Curicó Unido, Eduardo Lobos, en el fútbol durante 17 años, el de la contextura atípica, el héroe y el villano de tantos partidos, volverá a situarse bajo los palos en Sausalito.