"Es un ratón verde colorado, que no sabes cómo pillarle, el día que tenga. Es cabroncete. Le tienes que entender, porque si no lo entiendes le puede mandar a tomar por el saco y es peor porque lo pierdes. Pero nos da mucho". Esa frase le pertenece a José Luis Mendilibar, técnico del Eibar, quien con ese curioso análisis describió a Fabián Orellana (33), luego de que fuese la figura del triunfo sobre el Villarreal del 31 de octubre. El atacante no solo destacó en ese partido. Se trata, más bien, del jugador distinto del cuadro de Ipurúa. El de San Joaquín, ese que pasó a ser histórico al hacerle un gol a Argentina, ese muchacho de bajo perfil pero chistoso que destacaba en todos los test físicos de Audax Italiano, encontró su lugar en el País Vasco.
No es uno de los jugadores chilenos más mediáticos, ni tampoco un indiscutido de la Roja, pero es de los pocos que ha mantenido regularidad en una de las ligas más relevantes del mundo. A la larga, lleva 10 años en el fútbol español. En Eibar ha explotado la mejor versión de Orellana, un "ratón verde colorado" que ha tenido líos con entrenadores y cuestionado por un carácter especial, pero que se hizo una pieza vital para su club. Un ejemplo: ha participado en ocho de los 14 goles del equipo en el torneo (cuatro tantos y cuatro asistencias).
"Fabián siempre fue para adentro. Era un chico muy alegre, pelusón, bueno para las tallas, todos los jugadores lo querían. Era como mi regalón... Conmigo se portó muy bien, como jugador y como persona", relata Raúl Toro, su técnico en Audax, alguien que conoce muy bien las luces y sombras del atacante. "Conmigo se sinceraba mucho. Gasté muchos minutos con él en las concentraciones para hablar de la familia, inculcarle el respeto a la familia, el amor por sus hijos. Era un poco díscolo, pero ha mantenido una familia. Me llena de orgullo, porque todos los consejos que uno le dio los tomó y se los tragó", añade el DT.
Luego de su campaña con los itálicos dio el salto a Europa. En 2009 recaló en el Xerez, siendo cedido desde el Udinese. Con 23 años hizo su estreno en La Liga. Una década más tarde, Orellana ya es el jugador chileno con más partidos en la primera división española. Este domingo, en la derrota con el Alavés, el atacante llegó a 243 presencias, dejando en el segundo lugar a Claudio Bravo, con 242. En el ítem goles, sin ser un artillero neto es el quinto nacional con más tantos en La Liga, con 32. El apartado lo lideran Zamorano (98), Alexis Sánchez (39), Jorge Contreras (37) y Paco Molina (33).
Quizás por su manera de ser, le ha pasado varias veces el hecho de chocar con entrenadores. Le sucedió con Sampaoli en la Roja, cuando se automarginó de la Copa América 2015 al saber que no formaría parte de la nómina final de 23. "Me pareció fuera de lugar aceptar el rol de eventual sustituto de emergencia", se justificó en aquella vez. En clubes, lo más sonoro fue con Berizzo en el Celta. Un encontronazo durante una práctica terminó con Orellana apartado del primer equipo y se tuvo que ir. Luego, con Marcelino, no tuvo muchas chances en el Valencia. Un DT explosivo como Mendilibar ha sabido lidiar con el Histórico en Eibar. Le ha sacado partido, aprovechando también la ductilidad que le ofrece el jugador, quien puede ser volante, mediapunta o extremo.
Para Raúl Toro, la clave en el trabajo con Orellana es tratarlo de manera especial. "A mí me resultaba fácil (lidiar con él), porque Fabián no es de los jugadores con los que uno vaya a andar con el látigo. Uno como director técnico va aprendiendo a conocer a todos los jugadores. A él hay que quererlo, hay que demostrarle cariño, hay que palmotearle la espalda, siempre motivado pero con buenas palabras. Quizás el punto débil de él es la falta de cariño. Necesita ser querido, ser regalón, de esa forma rinde y bien. Fabián es un jugador de piel, que necesita ser querido", menciona.
Punto aparte es la relación de Orellana con la Selección. Aunque sea un futbolista con regularidad en Europa, nunca ha sido un indiscutido en la Roja. Suma 41 partidos y dos goles, y el título de la Copa América Centenario 2016.