En términos estrictos, Francia tiene 6,8 millones de inmigrantes (el 10,2% de su población), según datos difundidos por el propio gobierno galo en 2020. De esa cifra, un 64% son extranjeros (4,3 millones) y un 36% franceses naturalizados (2,5 millones). Un universo enorme de personas en uno de los países más poblados de Europa Central que, como en todo ámbito de funciones, tiene al fútbol como un espejo de esas cifras. Sobre todo cuando el 47,5% de los inmigrantes que viven en Francia nacieron en África.

Sin ir tan lejos, en el último título logrado por el conjunto galo en Rusia 2018, 14 de los 23 futbolistas que tocaron el trofeo tienen al menos un padre africano o derechamente nacieron en ese continente.

Incluso, dos décadas atrás pasó un fenómeno muy parecido en la corona de 1998. En cifras globales, desde los territorios fuera de los límites continentales del país hasta África. Desde Armenia hasta Filipinas, pasando por Argentina. De los 46 jugadores que alguna vez levantaron la Copa del Mundo con los Bleus, son 30 quienes no tienen una ascendencia gala “pura”.

“El equipo tiene jugadores de África y de los territorios de ultramar. Eso siempre ha sido una riqueza para el fútbol y para todos los deportes franceses. Todos ellos son franceses y todos se sienten orgullosos de ser franceses”, aseguró el técnico Didier Deschamps, tras el título logrado hace cuatro años.

En la actual plantilla se sigue la misma tendencia. De los 26 jugadores que componen el actual plantel, la mitad son de ascendencia africana o nacieron en ese continente.

“Muchas selecciones de Europa han incorporado gradualmente a sus equipos jugadores de origen africano, unos descendientes de inmigrantes y otros inmigrantes que han logrado la nacionalización en países europeos. La mayoría de esos jugadores provienen de colonias o de países que fueron colonias de España, Francia, Alemania y otros países europeos”, asegura el doctor José Luis Gázquez, del Programa de Estudios sobre Asia y África de la Universidad Nacional de México.

Las colonias galas

El Imperio Francés, constituido en el siglo XVI, fue el segundo en importancia y extensión a nivel mundial, con 13 millones de kilómetros. En sus inicios, se centraban en las Antillas y parte de India. A mediados del siglo XIX expandieron su dominio al incorporar territorios de África, Asia y enclaves estratégicos en el Pacífico.

En 1847 conquistaron Argelia, centro del poder francés en el noroeste del continente. En 1880 comenzó la conquista de lo que se conoció como el Congo francés, a través de un protectorado que paulatinamente integró Cabinda (Angola), Camerún y el Estado Libre del Congo. Un año después controló Túnez. En 1898 se apoderaron de Madagascar y, seis años más tarde, surge oficialmente el África Occidental Francesa (AOF), que comprendía una federación de ocho territorios: Mauritania, Senegal, Guinea, Sudán Francés (hoy Mali), Guinea, Costa de Marfil, Alto Volta (hoy Burkina Faso) y Dahomey (hoy Benín).

A su vez, en 1905 estableció un protectorado en Marruecos, a pesar de la oposición de Alemania y la amenaza de un conflicto bélico internacional con su vecino europeo.

Una historia que explica, en gran parte, la presencia de futbolistas foráneos en las plantillas del exitoso cuadro de Les Bleus, que ya tiene dos coronas planetarias y va con todo por la tercera en el Mundial de Qatar.

Infinitas polémicas

La discusión sobre el origen de los jugadores galos lleva más de dos décadas. La irrupción de partidos nacionalistas y conservadores, contrarios a los fenómenos migratorios, enciende la mecha cada cuatro años, cuando el equipo del Gallito irrumpe en escena para cantar La Marsellesa antes de cada pleito.

“Yo lo encuentro un poco artificial hacer que estos jugadores lleguen desde el extranjero y bautizarlos como el equipo francés. Noto que jugadores de otros equipos cantan su himno nacional con gran corazón y en voz fuerte, mientras me doy cuenta de que la mayoría de los jugadores en el equipo francés no lo cantan; obviamente, no lo conocen”, decía Jean Marie Le Pen, presidente del derechista Frente Popular, en 1998.

Más de 13 millones de franceses, un 42% del total de los electores, votaron en la segunda vuelta de abril por Marie Le Pen, la heredera en el partido de su padre, que hoy lleva el nombre de Agrupación Nacional.

Si bien Emmanuel Macron pudo mantenerse en el poder, el golpe de la ultraderecha quedó dado en sintonía con el ascenso de movimientos afines en toda Europa, con claras repercusiones en Alemania y en especial en Italia.

A pesar de las críticas racistas, las familias migrantes representan el mejor talento de Francia en el fútbol. Muchos provienen de un lugar en particular, ya que el 38% de los migrantes se instala en los suburbios de París. Vienen de los llamados banlieues, traducción literal de la palabra francesa periferia, pero muchos son guetos con prevalencia de migrantes. En el transcurso de los años, estas áreas han vivido disturbios frecuentes. Tienen, además, altas tasas de desempleo, delincuencia y pobreza. Sin embargo, los banlieues producen algunos de los jugadores de fútbol más talentosos del mundo.

Lo sufrió Mbappé

La discusión respecto de la selección francesa volvió a encenderse de cara a la actual Copa del Mundo. Fue Kylian Mbappé, la figura excluyente en el título de Rusia 2018 y del actual plantel del elenco galo que nació en los suburbios parisinos, quien puso el tema sobre la mesa. En la antesala de Qatar, el delantero de padre camerunés y madre argelina se detuvo en las diferencias que existen entre parte de la parcialidad del monarca mundial, que en parte continúa sin aceptar el aporte de los africanos, y los futbolistas de ultramar en el cuadro nacional.

“Dije, ‘no puedo jugar para la gente que piensa que soy un mono. No voy a jugar’. Pero después tomé una reflexión con toda la gente que juega a mi alrededor y me anima, y creo que no fue el buen mensaje para rendirme. Porque creo que soy un ejemplo para todos”, aseguró la estrella del PSG a Sports Illustrated.

Sin embargo, en el mismo diálogo, Donatello intentó bajar el perfil a esas mismas corrientes racistas. Según su parecer, este nuevo equipo galo representa el crisol de razas y orígenes de su selección.

Esta es la nueva Francia. Por eso no renuncié. Porque es un mensaje para la generación joven para decir: ‘Somos más fuertes que eso’. Me siento francés, porque nací en Francia y me dieron esta oportunidad de crecer normalmente. La gente piensa muchas cosas sobre los suburbios sin ir allí”.

Asimismo, el atacante se refirió a sus inicios en el AS Bondy, uno de los tantos clubes de barrio de los banlieues, donde se formó como persona y conoció los valores que hoy representa en el cuadro del Gallito.

“Allí aprendí muchos valores. Cuando hablo de esto con la gente no creen que sea real cuando digo: ‘Sí, no hay problema ahí. No hay. Es como en todas partes’”, dijo Mbappé.

Las palabras de Wenger

Mucho más cerca en el tiempo, Arsene Wenger no se guardó nada cuando trató de explicar la supremacía del continente europeo en el espectro mundial. Las desafortunadas palabras del director de Desarrollo del Fútbol Mundial de la FIFA desataron una verdadera polémica que se desmiente en los números y los hechos.

“Mbappé tiene raíces africanas, pero se formó en Europa. Si hubiese nacido en Camerún, no se habría convertido en el delantero que es hoy. Está Europa y el resto del mundo. Y el resto del mundo necesita ayuda, si no perdemos demasiado talento”, dijo Wenger, hombre cercano al presidente del fútbol mundial, Gianni Infantino.

Sin embargo, los dichos del entrenador histórico del Arsenal están muy lejos de la realidad. Lo cierto es que el grueso de los campeones mundiales de los Blues, tanto en Francia 98 como en Rusia 2018, son hijos de inmigrantes o derechamente nacieron fuera del continente europeo.

Muchos de ellos nacidos en los territorios de ultramar del país galo, como Guadalupe o Martinica, en las Antillas Francesas o, simplemente, en la gran cantidad de colonias del país, logradas sobre todo en África Occidental, después de Napoleón.

Incluso, en la actual plantilla de Deschamps, 13 de los 26 jugadores son de ascendencia africana. Eduardo Camavinga nació en Angola y su compañero en Real Madrid Aurélien Tchouaméni es de origen camerunés. La familia del zaguero Dayot Upamecano es de Guinea-Bisáu, mientras que el padre de Mattéo Guendouzi es marroquí. El arquero Steve Mandanda, en tanto, nació en República Democrática del Congo, ex Zaire. En el caso de Ousmane Dembelé, su padre es camerunés y su madre senegalesa. Una selección multicolor, acorde a los tiempos.

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