Neymar salía a enfrentar a Costa Rica con la misión de comandar a Brasil a su primera victoria en la Copa del Mundo. El empate 1-1 ante Suiza en la primera jornada del grupo dejó un manto de dudas sobre el nivel del Scratch, que pretendía lavar su deslavada imagen en el segundo compromiso de la fase grupal.
El delantero del PSG, llamado a ser el líder futbolístico del equipo de Tite, vivió un partido de altibajos. Empezó activo y protagonista, pero sufrió con el juego brusco del cuadro costarricense, que le dobló y hasta triplicó la marca. Cada vez que éste se hacía con la pelota, no lograba transitar muchos metros libremente antes de ser derribado. Una, dos, tres, cuatro veces. La fórmula se repetía. Y así, tras la primera media hora, la frustración del ariete comenzaba a hacerse evidente.
El juego de la Canarinha se cargaba por el sector izquierdo y el balón parecía buscar al 10. La recibía e intentaba hacer jugar a los demás, pero el bloque posterior de los centroamericanos se volvió impenetrable durante todo el primer lapso.
En el segundo tiempo, Tite decidió el ingreso de Douglas Costa por el sector derecho, lo que le dio más equilibrio al ataque de los suyos. Eso, a la vez, liberó a Neymar en el carril izquierdo, y pasó a tener más holgura para moverse de la banda al centro de la cancha según demandara la jugada. En el complemento, eso sí, el ex Barcelona se peleó con los rivales, se ofuscó con el árbitro y, a ratos, parecía perder la cabeza. Fue amonestado, de hecho, por mandar lejos el balón tras un cobro que no le gustó. Además, después de un penal que le cobraron y luego anularon mediante el VAR (que develó su exageración en una supuesta infracción dentro del área), sus niveles de estrés parecieron dispararse.
Esa jugada, sin embargo, fue una inflexión del juego. De ahí en más, Brasil se lanzó de manera desmedida al ataque. El empate, cuando quedaban quince minutos de juego, parecía justo por el esfuerzo de Costa Rica y el gran nivel de su arquero, Keylor Navas, pero el empuje de los sudamericanos se hacía cada vez más difícil de soportar.
Y en ese contexto, Neymar encontró soltura. Con más acompañamiento y más espacios, logró hallar los caminos para generar verdadero peligro sobre el arco rival. Remates, gambetas, amagues, centros, pases, lujos. Lo intentó todo en pos de desarmar la ordenada última línea del elenco conducido por Óscar Ramírez.
El gol de Coutinho (verdadero héroe de Brasil en Rusia) al primer minuto de descuento alivió a todos los brasileños. También a Neymar, que lo gritó con todo. Faltaba el cierre, eso sí, que llegó desde su pierna izquierda, aprovechando, solo frente al arco, una buena habilitación de Douglas Costa en el epílogo del encuentro. Celebración y lápida. Justo a tiempo para encumbrar a los pentacampeones del mundo en el grupo y dejar bien encaminada la clasificación a los octavos de final. Con su gol, en tanto, llegó a 56 conquistas con la selección mayor de Brasil y superó a Romario (5), quedando en solitario como el tercer mayor goleador en la historia del equipo, por detrás de Pelé (77) y Ronaldo (62).
Tras el término del encuentro, Neymar se echó al piso a llorar. Acaso por la frustración del encuentro, la emoción del gol o por el desahogo de unos últimos meses complicados. Neymar sufrió ante Costa Rica. Jugó bien a ratos, pero solamente logró brillar sobre el final. Y sigue soñando con la Copa del Mundo.