Es comprensible el lamento por la ausencia de equipos sudamericanos en semifinales. En rigor, de la ausencia de Brasil, Argentina y Uruguay. Lo de Colombia era más complicado, ni hablar de Perú. Se han dado múltiples razones para explicarlo. Algunas, como un artículo del diario El País de España, apuntando a razones macroeconómicas y la exportación temprana de talentos a Europa que despotenciarían o le quitarían identidad y apego con los colores sudamericanos. Caso Lionel Messi.

No lo creo. Al contrario, el que jueguen en las mejores ligas europeas les da roce, competitividad y jerarquía. El tema es futbolístico y mucho más sencillo. Cada partido tiene su pequeña historia y no hay que buscar bajo las piedras. Uruguay, por ejemplo, perdió con una pelota detenida (descuidaron a Varane) y un grave error de Muslera. Si a eso le sumamos la ausencia de Edinson Cavani, el 50% de la potencia ofensiva, los muchachos de Tabárez jugaron en clara desventaja. No es tan complicado saber por dónde viene la mano.

Lo mismo Brasil. Sin Casemiro perdieron el equilibrio en mediocampo y Bélgica pudo meter varios contragolpes. Pero, más importante que eso, fueron el autogol de Fernandinho y las siete u ocho ocasiones claras que perdió Brasil frente al arco de Courtois. La de Coutinho es gol en 99 de 100 intentos. Bueno, le tocó el 1% restante. Brasil merecía al menos ir a alargue. No se dio.

Roberto Martínez dio una larga explicación de los movimientos tácticos belgas para justificar la victoria. En ese análisis no caben, por supuesto, el tiro en el palo a bocajarro de Thiago Silva, el autogol absurdo de Fernandinho o que Renato Augusto la mande fuera en posición frontal al arco belga. Ahí no hay pizarra que aguante.

Lo de Argentina es más sencillo. Venía jugando mal hace años, jugó mal el Mundial y se fue en octavos. Igual, con todos los problemas, las polémicas, la blandura de Messi y la falta de autoridad de Sampaoli, le hizo tres a Francia y estuvo arriba en el marcador en pleno segundo tiempo. Por ahí, si se metían atrás y aguantaban, la hacían.

Alguna vez Marcelo Bielsa le dijo al respetado periodista argentino Juan Pablo Varsky: "Usted cuando comenta los partidos, tiene una visión que quiere ajustar a cada partido, en lugar de que el partido le ayude a incorporar nuevos conceptos, nuevos conocimientos. Deje que el partido lo sorprenda".

Cuando uno comenta, hay un error que no puede cometer: traer el partido comentado desde la casa y después quejarse de lo que pasa en la cancha, culpando a la realidad de no ajustarse al modelo mental. Dejemos que el partido nos sorprenda. Casi un mandamiento.