No parecía Asunción. Era Avellaneda. La sede neutral de la final de la Copa Sudamericana pareció más bien una extensión de Argentina, con los colores celeste y blanco claramente marcando una hegemonía. Dicho eso, Racing se consagró como en casa. Este sábado, bajo el sofocante calor que consumía a la capital paraguaya, la Academia se convirtió en el nuevo campeón del segundo torneo de clubes de la Conmebol. Se impuso al Cruzeiro de Brasil por 3-1.
Diversos reportes de prensa indicaban que cerca de 50 mil hinchas albicelestes viajaron hasta Asunción para la final. Esta locura colectiva tenía una explicación obvia: era la primera final internacional del club en 32 años. Más aún, la última copa a nivel continental conseguida por el club argentino había sido hace 36 años, donde el actual técnico Gustavo Costas era jugador. O sea, una generación completa no tenía noción de lo que era Racing campeón a nivel sudamericano.
Era una final especial para Gabriel Arias, el capitán de la Academia. Se trató de su primera definición internacional, atravesando la madurez de su trayectoria deportiva, erigido en un referente para la institución. Tanto así que en el estadio La Nueva Olla, la casa de Cerro Porteño, se vieron muchos hinchas transandinos con la camiseta verde que suele utilizar el portero naturalizado chileno. Si bien era un escenario neutral, claramente Racing fue local.
El inicio de los argentinos fue trepidante. Mezcló intensidad y focalización, con eficacia. De hecho, encontraron el primer gol a través de Gastón Martirena en los 7′, quien apareció libre por la banda derecha y definió al primer palo del portero Cássio (el mismo que fue histórico de Corinthians). La acción se chequeó en el VAR y al final fue anulado por fuera de juego. La primera polémica de la final.
La revancha de Martirena se concretó en los 15′. Intenta un centro por el sector derecho y el balón se mete por detrás de la humanidad de Cássio, para clavar un golazo para el 1-0. Cinco minutos después, se produjo el 2-0 gracias al oportunismo de Adrián ‘Maravilla’ Martínez. El 9 de Racing conectó por el segundo palo un envío bajo de Maximiliano Salas (ex Palestino) para estirar la diferencia y encender a la efervescente hinchada albiceleste.
Un Racing enfocado y totalmente metido en el partido, contra un Cruzeiro desorientado. Mientras tanto, a ras de campo, Gustavo Costas viviendo el partido intensamente, como es su costumbre. Corre, reclama, grita, festeja los goles como si se fuese a acabar el mundo, y hasta reza. Un emblema de la institución, un hincha en el puesto de entrenador, que cuando llegó de vuelta a la institución prometió ganar una copa internacional.
Por lo sucedido en la primera mitad, el panorama del equipo de Belo Horizonte era inquietante, porque no tenía por dónde entrar en la lucha por la final. Sin embargo, en los 53′ llegó el descuento de los brasileños, mediante Kaio Jorge, capturando el balón tras una gran intervención de Arias ante un cabezazo.
Los pupilos de Fernando Diniz (técnico campeón de la Libertadores 2023 con Fluminense) esbozaban una reacción, un tibio despertar para darle una dosis de incertidumbre al partido. Racing empezó a reflejar agotamiento. El esfuerzo físico y el calor afectaban a la Academia, lo que le abría una ventana a los de camiseta azul. Ese segundo aire no fue suficiente.
El equipo argentino aguantó el sofocón e incluso llegó al 3-1, con gol de Roger Martínez en el tiempo añadido, y se quedó con el cetro de la Copa Sudamericana, su primer trofeo continental desde la Supercopa Sudamericana de 1988. Se salda una larga deuda de uno de los cinco equipos grandes del país vecino. Además, clasifica para la Libertadores 2025 y asegura un lugar en la definición de la Recopa, aguardando por la final entre Atlético Mineiro y Botafogo.