Como si se tratara de una mala broma, la realidad que vivió Gabriel Jesús en 2018 sufrió una vuelta de tuerca en 2019. El año pasado brilló con el Manchester City, pero no dio la talla en el Mundial con Brasil. Hoy, no obstante, es suplente en los Citizens, pero se corona campeón con su selección siendo clave.
Su irregular campaña en Inglaterra llevó a Tite a conformar un ataque con Neres, Firmino y Richarlison. Sin embargo, pronto las dificultades del equipo para anotar en los primeros dos partidos le dieron la posibilidad de colarse en el once inicial ante Perú, en el último partido de la primera fase.
Si bien no anotó y falló un penal, fue clave en el juego avasallador en aquel 5-0. En cuartos de final, el cerrojo paraguayo lo anuló a él y a todo sus compañeros. El destape llegó ante Argentina, cuando anotó tras tremenda jugada colectiva, y luego lideró el contragolpe para assitir el 2-0 de Firmino.
En la final, la apertura de la cuenta nació de sus pies: un exquisito amague le permitió centrar y asistir a Everton. Tras el empate peruano, un pase de Arthur lo dejó solo para que batiera con clase a Pedro Gallese. Era el hombre del partido.
La felicidad de su actuación se transformó en llanto e impotencia cuando salió expulsado por doble amarilla. Reclamó, gesticuló que le estaban robando y hasta empujó la caseta del VAR mientras se iba a camarines.
Finalmente, se arrepintió: "Les pido disculpas a los niños que asistieron. Fue un momento de rabia, de emoción, de sentimiento. De rabia porque en mi punto de vista me expulsan injustamente, si ni siquiera hago falta, pero quiero pedirle disculpas a las personas a las que pude haber herido con mis actitudes, por ese momento en que acabé tan alterado. Estaba muy enojado. Quería ayudar a mi equipo y en ese momento podría perjudicarlo".
El jugador, de paso, habló del arbitraje de Roberto Tobar. "Estábamos haciendo un buen juego, pero él árbitro se equivoca. Espero que esto le ayude, que le sirva como ejemplo; que revise las jugadas y que pueda evaluar, así como yo lo he hecho".
El único jugador en la historia de la Copa América en anotar, asistir y ser expulsado en la final terminó llorando: primero de tristeza, luego de felicidad.