En el fútbol, la gambeta es aquella maniobra que permite eludir a un rival con el balón dominado avanzando en ataque mientras los obstáculos van quedando apilados. Sin embargo, esta maniobra elegante, es sólo el fin de un largo camino de instalación definitiva del fútbol femenino en Chile.
Camino que no ha sido fácil, en un país que recién permitió el voto femenino en una elección presidencial a mediados del siglo XX, y que avanzado el siglo XXI se cuestiona temas como el aborto, la sociedad conyugal o la ausencia de gerentas, directoras y rectoras, por nombrar sólo alguno de los más altos cargos.
Poco reconocimiento histórico en el deporte además, a una Anita Lizana, primera latinoamericana número uno en el tenis, luego Gabriela Mistral a veces olvidada, Marlene Ahrens y luego las "benditas cesteras", como se les llama en el libro Historia del Deporte Chileno. Sin embargo, cuando las mujeres se organizan, el mundo revoluciona, y la humanidad cambia, así lo ha presenciado la historia mundial.
No sería hasta el gobierno de una presidenta, que la deplorable infraestructura de los estadios del fútbol chileno cambiaría. Gracias al mundial juvenil de fútbol femenino de 2008 se construyeron estadios bicentenario en todo el país, y por primera vez esta actividad casi oculta, que no encontraba horarios ni canchas para desarrollarse, ni menos el vestuario adecuado a su contextura, era visible para las audiencias masivas.
Vamos enfrentando prejuicios. Primero el fútbol no es de los hombres, es un juego derivado en deporte que se expande como lenguaje universal tal como lo haría el cine y la música. Segundo prejuicio común es indicar que la mujer se masculiniza por jugar al fútbol. Esta mirada suele reducir la construcción social de las mujeres al interior de cada sistema. Tal como las primeras abogadas, científicas e ingenieras, las mujeres fueron generando un lenguaje propio, con códigos, hábitos y acciones propias, no prestadas, que es lo que pudimos presenciar en esta Copa América.
El machismo en el deporte también existe, y durante mucho tiempo se instalaron discursos de deportes excluyentemente femeninos, así como la práctica de actividad física que se da más al interior de gimnasios que al aire libre. En términos generales, la mujer perdía la posibilidad de practicar deporte una vez abandonaba las instituciones de educación y era hasta hace unas décadas mal visto que organizaran algo en colectivo.
En la investigación que desarrollé en 2008, constaté que siempre les costó más. No contaban con el apoyo, las parejas afectivas no siempre entendían la pasión por el fútbol y los padres menos. Y eran sus abuelos o profesores los que las incentivaban a jugar fútbol. Llegaron solas, pero encontraron en sus compañeras un importante apoyo que se refleja en la cancha. Son más colectivas, avanzan en bloque, se respaldan. Pero ante todo, sus principios van de la mano de todo el sacrificio que han realizado. Nos han dado una lección del real espíritu del juego, su verdadero núcleo, no ese tramposo, simulador y marketero. Gracias nuevamente por revolucionar lo que hasta ahora entendíamos por fútbol.