Un minuto de partido. La pelota abandona la cancha por el sector izquierdo del ataque de Perú y cae a un costado de Ricardo Gareca. El DT está de pie. No duró un minuto sentado. Es una jornada especial para el Tigre. El primer partido que dirige en la Roja por los puntos. Le toca ante su antiguo combinado. Aquel al que dirigió por siete años, al que llevó a un Mundial y a un subcampeonato continental. Hoy está en la otra vereda.
“Buen técnico se llevaron. Hoy voy a llorar por él”, dice Jairo, ciudadano peruano que está radicado en New Jersey. “Se pudo haber ido a cualquier país, menos a Chile. Es nuestro eterno rival”, agrega Eduardo, que viajó desde Lima.
Al entrenador no le perdonan el salto a Chile. Pasó de ser un héroe nacional a un “enemigo”. Los fanáticos lo hacen sentir. Llegan a Arlington en masa. Son mayoría en comparación a los nacionales. Cuando el partido aun no arranca, enfocan al transandino en la pantalla grande. La silbatina es tan grande como la que resuena cuando sale a la cancha. Tras consultar a la gente de Conmebol, toma camino al banco. Sus exdirigidos no se acercaron.
Gareca no canta el himno. Aún no se lo aprende. Pitazo inicial y toma asiento junto a sus ayudantes. El cronómetro avanza segundos y se levanta. Manos atrás y a repartir instrucciones. Primero con calma. Una parsimonia que se va perdiendo a medida que el duelo avanza y no está conforme con los cobros ni con lo exhibido por los jugadores de la Roja.
Antes del cuarto de hora, el Tigre mira la cancha. Pone un pie sobre ella. La pisa. El campo de juego del AT&T Stadium de Arlington suele recibir fútbol americano. Ahora está reacondicionado y al estratega al parecer no le gusta el estado del césped.
Instrucciones y reclamos
La banda derecha de la Selección se lleva las primeras instrucciones de Gareca. Le dice a Víctor Dávila que le marque la jugada cuando entra en acción Mauricio Isla. Luego le da instrucciones al Huaso. Les pide que se junten.
Las recriminaciones comienza a llevárselas la cuarta árbitra, Edina Alves Batista. Tras una falta sobre Alexis Sánchez, el técnico sale de su zona delimitada. Conforme pasan los minutos, el DT se enoja con los cobros del brasileño Wilton Sampaio. Se vuelve loco con las faltas de los peruanos y se toma la cabeza. Una imagen que también se cuando el Niño Maravilla erró una ocasión clarísima. Ahí el técnico saltó. Pensó que entraba. Luego se acomodó el peinado.
Cuando La Roja pierde el control, Gareca conversa con sus colaboradores. Sus modificaciones parecen no surten efecto en el complemento. En el tiempo adicional, disconforme, el Tigre toma asiento. En el arranque del certamen continental, a la Roja le faltó lo que más había tenido en los amistosos: chances de gol.