Pasada la página del doloroso revés de Perú ante Brasil (0-5) y el insólito incidente público que protagonizó en la sala de prensa del Arena Corinthians, cuando sorprendió al abandonar su tranquilidad habitual para responder con firmeza a un periodista, Ricardo Gareca (Buenos Aires, 1958) volvió a su ritual habitual: perfil bajo y trabajo en silencio. El mismo con el que llevó a Perú a un Mundial 36 años después, el mismo con el que ahora lo llevó a sorprender a Uruguay en cuartos y alcanzar las semifinales de la Copa América ante Chile.
En el trato corto, Gareca es un tipo humilde, cercano. Lo demostró hace un mes, de paso por Bogotá para una cumbre de fútbol, en una conversación con La Tercera. Pese a ser reconocido como uno de los mejores técnicos del continente no se regodea en poses ni en conceptos tácticos indescifrables. A sus 61 años, prefiere hablar de la simpleza del juego, el mismo que empezó a practicar en su infancia en la localidad de Tapiales, en la provincia de Buenos Aires, donde dio sus primeras patadas al balón en el club Juvencia. "Empecé siendo arquero en mi barrio, me gustaba ir al arco. Jugábamos en un potrero que había al lado de la iglesia. Mi papá me llevaba, él salía apurado del trabajo e iba a espiarme. Yo atajaba bastante bien, pero entonces él me inscribió en una citación de Boca para jugar en la mitad de la cancha. Pasé por todas las posiciones: primero era arquero, ahí empecé de defensa, luego mediocampista y, al final, delantero", cuenta el seleccionador de Perú, al que se le humedecen los ojos al hablar de su progenitor, Alberto, a quien dedicó el título que logró como técnico de Vélez Sarsfield en 2009: "Mi viejo siempre estuvo convencido de que yo en algún momento iba dirigir Vélez. Junto con mi debut en la primera división de Boca y la clasificación al Mundial con Perú, ha sido el momento más emocionante de mi carrera. Él había fallecido el año anterior, pero yo creo que él estaba ahí. Tengo esa sensación que a veces las personas que uno ama y nos ayudan están en muchos aspectos. La familia es todo".
Aunque el fútbol es su pasión y abarca no solo su trabajo, sino también sus ratos de entretenimiento, sus seres queridos aparecen en las palabras de Gareca con casi más emoción que la que le transmiten el verde y la redonda. Lleva 34 años de casado con su esposa, Gladys ("las claves son el amor, la fidelidad y la tolerancia", afirma) y se emociona al hablar de sus hijos Milton, ayudante de campo de la octava de Vélez, y Robertino, preparador físico en los infantiles del club; y, sobre todo, de sus nietos, Felicitas y Benjamín. Con ellos se da el lujo de juntar sus dos amores y no deja de analizar el juego: "El otro día estaba jugando con mi nieto, yo le pateaba y él me pateaba. Entonces, él me nombraba todos jugadores europeos, algunos que ni yo conocía. Esto me hizo reflexionar. Sí, somos admiradores del fútbol europeo, pero nosotros tenemos una historia muy rica, enorme. Si un jugador o entrenador es europeo, para todos es palabra santa por el simple hecho de que nació o esté trabajando allá".
Razona Gareca: "Esto es lo que hemos cambiado en Perú. Nos tocó recuperar la autoestima, la fe, la confianza. En definitiva, lo que nos propusimos fue comprar lo que queríamos y no lo que permanentemente consumíamos. Llenarnos de confianza, creer en lo que es capaz el jugador sudamericano, porque en un deporte individual cuando hay una diferencia, esta es notoria; pero en un deporte colectivo, si algo nos enseñó el fútbol a través de la historia, es que no se puede pronosticar absolutamente nada. Hay equipos que se arman para salir campeones, pero terminan peleando por evitar el descenso; y equipos que se arman de la nada, con muchachos que están convencidos y un cuerpo técnico que acierta en la forma de llegarles y hacerlos jugar, terminan ganando un campeonato. Esto es lo lindo del fútbol, y sería bueno que entre todos tengamos un estado de conciencia de los jugadores que tenemos".
Gareca vive en el barrio limeño de Miraflores. Y, aunque su vida pública es limitada porque no le gusta llamar la atención, cada vez que sale a caminar o a comer en un restaurante nota el cariño del pueblo peruano. "Clasificar al Mundial fue emocionante, todo el mundo estaba llorando, escuchar los relatos, las historias... Perú es un país maravilloso, uno va caminando por cualquier lado y siempre aparece el agradecimiento de la gente. Imaginate vos que una persona de 40 años, con familia e hijos, no recordaba la última clasificación a un Mundial. El fútbol es un deporte maravilloso porque despierta pasiones, se unen todos los estratos sociales, despierta la euforia y moviliza a todo un país. Este deporte nunca va a morir, independientemente de los dirigentes y de la corrupción que pueda existir. Creo en el fútbol, siempre".
El Tigre reconoce la influencia que tuvieron en su carrera entrenadores como Bambino Veira, Gabriel Ochoa Uribe, Bilardo, Menotti, Brindisi y Coco Basile; sin embargo, él no se pone méritos por sus gestiones, ya que otorga todo el crédito a los que visten de corto, como hizo él en su recorrido con Boca Juniors, Sarmiento, River Plate, América de Cali, Vélez Sarsfield e Independiente. "Lo más importante de todo es el jugador de fútbol. Es tan simple todo. Alguien que entre mis colaboradores esté habilitado como técnico, puede ir y organizar el equipo, pero el entrenador, parado a un lado de la cancha, sin los jugadores no puede hacer nada. A veces, perdemos de vista eso. A diario escuchamos que se magnifica la imagen del entrenador, no digo que no seamos importantes, pero somos un engranaje más de una maquinaria que, sobre todo, conforman los jugadores y sin los cuales es imposible dar un espectáculo", sostiene el DT que dirige a Perú desde marzo de 2015.
"Del jugador peruano destaco su confiabilidad. Cuando va con su selección, el jugador se transforma, saca un extra. También hay otro aspecto: a veces, con tantos conceptos tácticos, estamos frenando la creatividad del jugador sudamericano. Que si hay que jugar a un toque, a dos toques, que la pelota no se entretenga… si todo eso está bien, pero me parece que tenemos una esencia. Agregarle la intensidad y la dinámica con la que se juega hoy en día, pero sin perder los fundamentos, la habilidad, el control, la inventiva del jugador sudamericano", añade.
En la Copa América de Chile 2015, Perú ocupó el tercer lugar, un año después en Estados unidos alcanzó los cuartos de final, y esta vez ya está de nuevo entre los cuatro mejores; sin embargo, la idea de Gareca es continuar un proceso: "La experiencia y el camino recorrido que llevamos en Perú nos debe permitir crecer. Es un país con un enorme potencial, pero no está direccionado en la infraestructura, en la base. Es cierto que hay una intención de cambiar las cosas, pero se debe profundizar. Si no, todo se queda en la expectativa. El talento está ahí, nada más hay que desarrollarlo más".
Gareca se muestra como un tipo tranquilo y sus jugadores y ex compañeros destacan su don de gente; no obstante, él considera que las victorias y las derrotas son las que mandan. "Uno está supeditado a los resultados y nuestros estados de ánimo cambian, pero creo que aún en los peores momentos uno tiene que mantener la calma, que es elemental, y entender que hay momentos buenos y malos. Lo más importante es no priorizar lo que piensen de uno, es algo que no se puede evitar. Hay un montón de gente que analiza y puede estar o no de acuerdo con uno, se puede hablar sin argumentos de que un equipo juega mal, pero la clave es hasta dónde uno se permita que esta crítica lo afecte. Se debe estar convencido de que el camino que uno tome es el indicado".
Con música de Queen, Aerosmith, Guns N' Roses y Bon Jovi, y algo de Charly García, Soda Stereo y Calamaro, pero sobre todo con su perseverancia característica, "que es la que me ha hecho triunfar en el fútbol", Gareca espera el duelo de semifinales ante Chile, un partido que no será fácil porque "todos los partidos en Sudamérica son complicados. Cada selección tiene una distinta particularidad. En lo que te confías, te terminan ganando".