Christian Garin inició la última parte del año en el ATP 500 de Viena solo en la compañía del fisioterapeuta Cristián Madariaga, luego de despedir a su entrenador Andrés Schneiter. Sin técnico y con la incertidumbre de cómo iba a reaccionar en el certamen austriaco frente a un rival fuste como Stanislas Wawrinka (19°), el número 22 del mundo jugó su partido. Y lo hizo muy bien, tanto que logró una resonante victoria por 6-4, 6-7 (9) y 6-3.
Gago se vio muy suelto y sirvió muy bien. De hecho, el suizo, ganador de tres grand slams distintos, nunca le pudo quebrar. Desde un principio, el tenista nacional se vio agresivo en su juego y se animó varias veces a cerrar en la red los puntos. Además, forzó al helvético a intentar tiros muy angulados, fallando en varias ocasiones. Un quiebre en el tercer juego del primer set le basto para encaminar el parcial.
El segundo set fue bastante parejo. Wawrinka, de 35 años, falló menos y tuvo tiros dignos de sus mejores épocas. Sin embargo y más allá de eso, Garin pudo cerrar el partido antes. Sin embargo, dejó ir una ventaja de 4-1 en el tie break, lo que obligó a forzar un tercer capítulo.
A pesar de desperdiciar esa gran opción, Garin no se desmotivó, como en otras ocasiones sí le ocurrió, y se mostró mucho más sólido. Un rápido quiebre en el segundo juego le dio la confianza necesaria como para mantenerse firme y cerrar el duelo en dos horas y 13 minutos de partido, donde mostró un nivel que esperanza de cara al próximo desafío: nada más ni nada menos que Dominic Thiem, el pupilo de Nicolás Massú y actual número tres del planeta, quien derrotó al ucraniano Vitaliy Sachko (529°), por 6-4 y 7-5.