Giovanni Enrico (Antofagasta, 19 de junio de 1987) se enamoró de las motos de cuatro ruedas a muy temprana edad. Ahí comprendió que nunca más iba a bajarse de una, más allá de que otras actividades le privaran de todo el tiempo necesario para dedicarse a esta pasión.

“Estábamos en Bahía Inglesa veraneando. Yo tenía nueve o 10 años y vi una moto por primera vez. Fue amor a primera vista. Luego, me regalaron una y empecé a andar. Nunca más me bajé y siempre lo tomé como un hobbie. Ya cuando salí de la universidad y tenía más tiempo y lucas mías, me compré una moto y comencé a entrenar y a ver todo lo que se hacía a nivel de enduro. Después conocí el rally, que también fue un amor a primera vista”, cuenta desde Arabia, donde por fin la suerte le sonrió, ya que después de tres abandonos pudo completar el Dakar, y nada menos que como subcampeón. “Estoy muy contento, fue muy luchado y muy difícil”, sostiene.

“El Dakar ha sido complicado desde la etapa 1, que fue áspera y llena de rocas. Nunca había corrido una etapa con tanta piedra y la mayoría de las etapas han sido bien ásperas. No nos tocó mucha duna y más encima el frío y el polvo que se levanta, por lo que se torna muy peligroso manejar o acelerar, porque no se ve nada”, describe sobre esta experiencia, que incluso lo tuvo muy complicado en las primeras jornadas tras evitar un accidente: “En el día cuatro, íbamos con dos pilotos más, luchando por la punta de la especial, y se me cayó un piloto al frente. Para no aplastarlo, me salí y me caí. Me golpeé la cadera al lado derecho y quedé con dolor por dos o tres días”.

Por esta situaciones y otras más el antofagastino tiene una particular comparación. “Siempre he dicho que es como un videojuego en vivo, porque tienes que ir viendo la hoja de ruta, los way points, y hay que ir cumpliendo una serie de pasos para completar una etapa de rally, y eso fue lo que me gustó”, confiesa. Y añade: “Este Dakar ha sido lejos el más difícil que me ha tocado correr, ha estado muy duro, las etapas han sido muy exigentes en cuanto a físico, para la moto, y la navegación ha estado muy complicada”, explica.

Participar en la competencia más dura del mundo nunca estuvo entre sus objetivos. Sin embargo, el espaldarazo familiar fue decisivo para embarcarse en esta aventura: “A mí nunca se me pasó por la mente correr el Dakar. Cuando empecé a correr rally, mi papá me preguntó si no había pensado correrlo. Había que hacer una postulación y correr un par de carreras internacionales, las que yo no tenía. Me dijo que postulara igual, que nada perdía con hacerlo. Y me dijeron que sí y así empezó todo. Fue más bien incentivado por él, que es bien tuerca, y estaba más motivado que yo”.

A pesar de tener un alto nivel, Giovanni está lejos de dedicarse por completo a la actividad, aunque piense todo el día en ella. “Para mí las motos son el hobbie que intento hacer lo más profesional posible. Trabajo toda la semana en la empresa familiar y los fines de semana me subo a la moto, pero no soy una persona que esté dedicada cien por ciento a andar, pero intento ser lo más profesional posible”, dice. ¿La razón? La falta de recursos.

“Quizás, con un poco más de apoyo, me podría dedicar cien por ciento a esto, pero hasta que no llegue ese apoyo, voy a tener que seguir trabajando, nomás, para pagarme mis gustos. Y como no tengo familia ni hijos, para mí las motos son mis bendiciones y todo mi cariño se va para allá. Aunque, en todo caso, con todo lo que hicimos el año pasado, llegaron buenas lucas y se agradece que las empresas confíen en el proyecto y en uno mismo. Eso a uno lo motiva más”, sostiene.

Por la misma razón, su preparación siempre ha sido en suelo nacional, aprovechando la calidad del terreno. “Intento correr la mayoría de las carreras que hay en Chile. No soy de ir a otros países a correr. Creo que el nivel en Chile es bueno. Además, los lugares que tenemos para correr, como Copiapó, Iquique, Chañaral, Diego de Almagro... son muy buenas plazas para entrenar”, destaca.

Pero hubo un periodo en el que Giovanni estuvo lejos de las motos, por una exigencia familiar. “Soy ingeniero civil. Estudié en Viña en la Adolfo Ibáñez. Fue más por obligación que por gusto. La intenté hacer lo más corta posible, porque tampoco nunca me gustó estudiar, y esa fue mi motivación: si sacaba la carrera en la menor cantidad de años, menos estudiaba”, explica. “En esos años no hice nada de quad. Desde que estudié hasta que terminé, nunca me subí a una moto. Recién, cuando empecé a trabajar, me compré una motito usada y ahí me agarró el bichito de nuevo. Me lo empecé a tomar más en serio, comencé a ir al gimnasio, porque quería andar fuerte, pero el físico no me daba. De hecho, una vez, andando con unos amigos, no quise bajar el ritmo y me pegué mi primer costalazo. Entonces, ahí me di cuenta de que necesitaba entrenar. Tengo un amigo que me entrena y me dejó súper bien para la carrera”, añade.

Y así como un amigo lo prepara físicamente, todo el entorno del nortino se involucró en esta empresa, trasladándose a Arabia Saudita para manejar el Enrico Racing Team. “Mi familia es súper tuerca, partiendo por mi papá, que fue el que motivó todo este proyecto del Dakar. Viene mi hermana, que es nutricionista, que ve toda la logística: las carpas, los hoteles, la comida, la ropa... Todo lo que uno pensaría que son detalles menores, pero que quitan harto tiempo y es la parte más latera. También está mi primo, que es mi mecánico y que es seco; prepara las motos y las deja siempre impecables; está mi compañero de equipo, Ítalo (Pedemonte), que también tiene su mecánico, y este año nos quiso acompañar un amigo, que se pagó sus cositas por su cuenta, y que también ha sido un gran aporte, y mi hermano que ve la prensa”, detalla.

Después de su gran participación en Arabia Saudita, ¿qué proyecta Giovanni Enrico? La respuesta es más sentimental: “A futuro me gustaría correr un Dakar con mi papá en buggy”. ¿Pasarse a las motos? Expresa que no es una opción. “Cuando conocí las motos de dos ruedas, más me gustaron, pero no había plata, nomás, y nunca tuve una moto de dos ruedas para andar. Si me preguntas si me subiría a una moto de dos ruedas para el Dakar, te diría que no, porque no la domino igual que el quad. Yo en el quad siento que puedo hacerlo todo, controlo bien los comandos, acelerador, embrague… Sé cómo reacciona. En la moto de dos ruedas ando y me gusta harto, pero correr sobre 100, 140 o 170 kilómetros por hora, que es a lo que llega una moto de rally, no me atrevo, porque uno tiene el bichito y es competitivo. Entonces, te dan ganas de ir rápido y, como no la domino tan bien, yo creo que sería una caída segura”, concluye.