Un partido desgraciado para Universidad Católica. Para insultar al destino. Se notó la planificación, se vio intensidad. Había argumentos de sobra para un resultado más feliz. Pero no, en esta pasada los méritos no corrieron a favor de los chilenos. El que golpeó fue Palmeiras, con un penal muy debatible, que le permitió sacar la ventaja mínima, con chapa de definitoria, en el partido de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores.
Se sabe que el fútbol no entiende de lógica. Menos de justicia. Da lo mismo si el rival domina, circula la pelota y se crea las mejores ocasiones. Da lo mismo si el rival no ha probado una sola vez a la portería. Un acierto o un error da vuelta cualquier escenario. Y es más frustrante cuando esa equivocación ni siquiera es de los jugadores. Porque si los brasileños se pusieron adelante en el marcador fue única y exclusivamente por una falta de criterio del árbitro Andrés Matonte, con la complicidad del VAR, que le avisó de una mano de Germán Lanaro, que sí existió, pero solo porque antes la pelota le golpeó en su muslo. Según el nuevo reglamento para estas jugadas, no se debía cobrar. Pero claro, la norma siempre se contrasta con el criterio del juez.
El gol de Palmeiras llegó al minuto 42. Antes de eso, todo era para la UC. Quizás lo mejor que se ha visto en la era Poyet, pero sin premio. Una línea de volantes con mucho despliegue, con el refuerzo por las bandas, que tenía a los paulistas totalmente anulados. Ignacio Saavedra anticipando y generando salidas con ventajas. Y un Gonzalo Tapia, quien volvió a ser titular después de un largo tiempo de para, voluntarioso por el costado derecho, para corretear y también para generar desbordes, remates y faltas cerca del área rival. Al juvenil le faltó ser más efectivo con sus centros.
A los 16′, Diego Valencia tuvo el primero. Definió muy débil en área chica, lo que le permitió reaccionar al portero Weverton. Duele un desperdicio de ese tipo ante un rival de tanta categoría. Duele y, generalmente, se paga caro. Como sucedió al final de la primera fracción. Lo peor es que después del tanto de penal de Raphael Veiga, Felipe Gutiérrez, de buen partido, estrelló un tiro libre en el poste. En el rebote, Ze Rafael salvó desde la línea un cabezazo de Diego Valencia.
El tanto golpeó y metió mucha presión. El mayor problema para los cruzados, sin embargo, fue que Palmeiras se plantó mejor en San Carlos. Por la ventaja, quizás, pero en el complemento el partido se volvió mucho más controlado para los brasileños. Gustavo Poyet, además, realizó cambios con la marcha automática, como si estuvieran preparados de antemano. Sacó a Tapia y Pipe Gutiérrez, quizás lo más claros e incisivos, para meter al Gato Silva y a Edson Puch. Católica perdió fútbol en el medio y el Zanahoria Pérez empezó a trabajar en la portería local. El campeón chileno cambió, pero cambió para mal.
Unos chispazos de Puch le dieron nuevas chances a los de la franja. Dos casi seguidas para Valencia, que no supo concretar, por impericia y también por falta cálculo para empalmar en área chica. Otra vez la falta de finiquito. Porque si algo se debe criticar en la UC es eso, su incapacidad de golpear cuando debía hacerlo. Ahí estuvo la clave de la derrota. Y ahora queda remar desde muy atrás en Sao paulo, el próximo miércoles, donde deberá realizar una hazaña para seguir con vida en la Copa Libertadores.
FICHA DEL PARTIDO
U. Católica 0: S. Pérez; R. Rebolledo, G. Lanaro, V. Huerta, A. Parot; I. Saavedra (82′, J. P. Fuenzalida); G. Tapia (61′, E. Puch), F. Gutiérrez (61′, F. Silva), J. Leiva, D. Valencia; F. Zampedri. DT: G. Poyet.
Palmeiras 1: Weverton; Marcos Rocha, B. Kuscevic, G. Gomez, M. Viña (83′, Victor Luis); Danilo, Ze Rafael; Raphael Veiga (82′, Patrick), Gustavo Scarpa (64′, Dudú), Breno Lopes (64′, Wesley); Deyverson. DT: Abel Ferreira.
Goles: 0-1, 42′, Rafael Veiga marca mediante un penal cobrado por una mano de Lanaro acusada por el VAR; 1-1 ‚9’, Apellido xcx cxcxcxcxcxcxcxcxc.
Árbitro: Andrés Matonte (URU). Amonestó a Zampedri, Parot (UC); Marcos Rocha, Viña, Wesley
Estadio San Carlos de Apoquindo: Sin público.