Los penales sacaron a Boca Juniors de la Copa Libertadores, pero los argentinos aseguran que fue una mano negra. Y todo terminó en escándalo.
La calentura de los trasandinos comenzó cuando el juez uruguayo Esteban Ostojich anuló el gol de Marcelo Weigandt. La conquista -desechada por el VAR que manejaba el chileno Julio Bascuñán- se produjo en el minuto 62, luego de un gran pase del colombiano Sebastián Villa, pero quedó en nada por una dudosa posición de adelanto de Diego González.
Pero la llamada justicia deportiva no dejó conforme a los del otro lado de la cordillera, pues en la ida también les habían quitado una celebración, que -hasta el día de hoy- ellos encuentran legítima. Por lo mismo, el ambiente se calentó de inmediato y Ostojich no pudo mirar la pantalla sin que ambos equipos se agredieran.
Más el partido salió adelante y se llegó a la tanda de penales para definir quién avanzaba en el torneo grande de América. Pero Villa, Rolón e Izquierdoz fallaron en el cuadro oro y cielo y con la cuenta 3-1, el Mineiro de Eduardo Vargas celebró en su cancha.
Grave error. Según informa la asesoría de prensa del club local, en el pasillo común hacia camarines pasó de todo: los visitantes rompieron y lanzaron todo lo que se encontraron en el camino. Fue allí cuando los agentes de seguridad del Atlético respondieron a las agresiones y se creó una gran pelea en la que se lanzaron vallas, una fuente metálica y todo tipo de objetos. Aunque la cosa no paró ahí, porque se habla de una revuelta que habrían armado los de Boca para intentar llegar al vestuario del juez oriental.
Lo cierto es que la policía local intervino y para bajar los ánimos, no encontró nada mejor que tirar gases y los futbolistas tuvieron que correr a la cancha para poder tomar aire. Claro que la calma estuvo lejos de llegar, porque -segun cuenta el diario Olé- “Izquierdoz y Rojo comenzaron a las trompadas limpias con la seguridad brasileña, la policía lanzó más gases lacrimógenos a los jugadores y a los directivos”.
Y si bien se habla de que la policía quería detener a Sebastián Villa y a Carlos Zambrano, ante la resistencia del equipo argentino, no se habían producido los arrestos al cierre de esta nota.