Las miradas individuales estaban puestas en Mbappé, la joven aparición francesa, pero Griezmann obligó a depositarlas de nuevo en él tras su exhibición en cuartos. El emblema del Atlético de Madrid sobresalió por encima de las demás. Fue asistente, goleador y líder. Conductor y referente ofensivo. Participó de casi todos los intentos en ataque de los suyos. Replegándose hasta cerca de la zona media, todas las pelotas parecían encontrarlo.

Tuvo un interesante duelo con Lucas Torreira, el uruguayo que había conseguido dejar en nada a Cristiano en octavos. Y lo ganó. Su experiencia y oficio se impuso finalmente al ímpetu del joven volante. En un partido tenso, Griezmann puso calma cuando nadie más lo hizo. Pausó el juego cuando los nervios consumían a la mayoría. Pensó, en definitiva, más que los demás. Y así, logró desnivelar. Jugó tan tranquilo, como si estuviera cumpliendo su uruguaya costumbre de tomar mate.

Con mucha inteligencia, encontró los espacios, hizo jugar al resto y finalmente cimentó el camino hacia el triunfo. Primero habilitando a Varane desde un tiro libre para la apertura de la cuenta. Y luego sentenciando el marcador con la enorme y sonrojante complicidad de Muslera ante un zurdazo que intentó desde fuera del área.

Con la ventaja ayudó a mantener la posesión, a hacer circular el balón e incluso a recuperarlo, cuando Uruguay intentó tibiamente descontar para seguir en el partido. Y cuando no tuvo espacios, se movió hasta encontrarlos. De esa manera, jugó alternadamente de extremo, de volante y de centrodelantero durante la última media hora del lance. Polifuncional y aplicado.

Fue la figura. Pero no perdió la cabeza. Hizo su trabajo sin lucirse exageradamente. Y a la hora de los abrazos, mostró deferencia y consideración por el adversario. No festejó los goles. "No celebré por respeto. Al frente tenía a compañeros y amigos. Le tengo mucho cariño a la cultura uruguaya y a todos los uruguayos", afirmó.

Fue un partido redondo el del delantero. Asumió la responsabilidad de liderar a su escuadra y cumplió.

"Para ganar tuvimos que esforzarnos al máximo. Lo hicimos bien, pero seguro lo que venga será aún más complicado", puntualizó. "No creo que tengamos un estilo definido. Nos acomodamos según salga todo. Vamos viendo qué pasa. Tenemos gente que sabe manejar los encuentros", acotó.

"En lo que a mí respecta, yo intento pausar o acelerar el juego para intentar llevar el partido hacia donde queremos", sentenció, analizando justamente su vital desempeño ante los charrúas.

Griezmann, que hasta ahora solo había aparecido para anotar los penales (dos), ayer asomó como líder.