En el Monumental, la palabra más utilizada en los últimos días ha sido ‘descomprimir’. El concepto apunta a definir el aporte que ha significado la presencia de Gualberto Jara, a quien Blanco y Negro designó como técnico interino de Colo Colo después del despido de Mario Salas y quien incluso alcanzó a erigirse como opción para la banca después del fiasco en que terminó el intento por contratar al brasileño Luiz Felipe Scolari.

Ya antes del triunfo del Cacique sobre Athletico Paranaense, el estratega apuntaba al enfoque de su trabajo. “El plantel está más tranquilo, confiado y comprometido. El equipo por eso está mejorando. El público va respaldando cada vez más al equipo. Estamos trabajando y ayudándonos entre todos para seguir esa senda”, declaraba. Después de la victoria sobre los brasileños, reforzaba la idea en una entrevista con La Tercera. “Sobre todo es el descomprimir un poco el ambiente, que los jugadores recuperen un poco esa confianza en la capacidad individual y colectiva, porque no tuvimos tiempo para trabajar. Tratamos de recuperar esa confianza, esa autoestima”, explicaba.

Pero, ¿qué hizo Jara para ganarse al vestuario popular, que se había distanciado de su antecesor y que no encontraba la vía para la recuperación futbolística?

En el plantel popular admiten que el entorno de trabajo es más relajado. Un poco más permisivo, precisamente como acomoda a los principales referentes, que antes habían alcanzado una estrecha relación con Pablo Guede. “En todos los planteles, en todos los equipos, cuando un técnico se va obviamente los jugadores se descomprimen un poco. Si me preguntas si hemos jugado mejor, creo que en el partido del miércoles sí se notó que jugamos mejor de lo que estábamos con Mario”, admitió Esteban Paredes, quien, pese a que no jugó frente al Furaçao, acompañó al equipo el día de la victoria que los reinstaló en la pelea por los primeros puestos del grupo C de la Copa. Hay pocos avales más potentes en Macul.

También desde el camarín popular, aunque en forma anónima, marcan diferencias que trascienden al rendimiento dentro de la cancha. “Con Salas, las cosas eran monótonas y hasta militares. Con Gualberto es un poco más relajado. Se trabaja igual al 100 por ciento, pero ya no nos ponen reglamentos para todo”, explica un jugador del Cacique.

El mismo futbolista grafica los aspectos que fueron tensionando la relacion con el Comandante. “Con Mario había que estar en un sector a una hora y después, en 10 minutos, en el gimnasio y si no estabas, había problemas. Ahora, sabemos que empezamos a entrenar a las 10. Y si alguien quiere llegar a las 8 es problema suyo, pero ya no está esa presión. Diría que trabajamos más tranquilos. Con Mario todo era más estricto. Ese es el punto”, sostiene.

Después de la victoria sobre el Paranaense, Pablo Mouche también había elogiado el trabajo de Jara. “No sé si me escuchaste, pero ya fui bastante claro: respeto a la persona que está al frente de este grupo y que lo agarró en una situación difícil. Es mi entrenador, viene a trabajar todos los días con nosotros, nos da las herramientas, está haciendo un trabajo espectacular junto con nosotros para salir de este momento”, dijo, muy molesto, en plena conferencia posterior al primer triunfo albo en la Copa.

El tenor de la intervención del transandino tampoco es casual. Mouche fue uno de los jugadores que más se distanció de Salas. El delantero fue uno de los referentes del Cacique que se presentó en la conferencia de prensa de despedida del arquero Agustín Orión, quizás la muestra más ostensible de poder del sector más influyente del plantel hacia el ahora exentrenador. Incluso en algún momento salió del equipo “por decisión técnica”, en palabras del entrenador. Con Jara, en cambio, Mouche es inamovible.