Pablo Guede se enfrentaba a una deuda pendiente del torneo pasado: ratificar la punta y el favoritismo al título en el Monumental, cartel que ya le había quedado grande el semestre pasado frente a Antofagasta. Y la saldó.
No fue pifeado por el público al ser presentado antes del partido y tampoco lo aplaudieron. Con un traje negro a cuadros, fue el último, entre jugadores y cuerpos técnicos, en entrar a la cancha. Y como ya es costumbre cuando juega un partido importante, trató de inquietarse lo menos posible. Pocas veces dejó de estar hincado, su típica posición. Se paró únicamente para conversar detalles tácticos con Agustín Salvatierra y otra para saludar a Jaime Valdés cuando lo reemplazó.
En el primer tiempo, sólo se inquietó para darle indicaciones a Matías Zaldivia, a quien notaba incómodo.
Justamente en ese momento, cuando se cruzó con el Pajarito al borde de la cancha fue la primera vez en la tarde que demostró disgusto. Es que cuando estaba alabando la actuación de uno de sus volantes dio vuelta la cabeza y se encontró con el zapatazo de Ábalos que puso a Curicó a tiro de cañón. Valdés compartió su incredulidad.
Ahí llegó el nerviosismo. Por primera vez en todo el partido reclamó los cobros de Roberto Tobar. Una falta sobre Valdivia fue lo primero que lo sacó de sus casillas.
Pese a su evidente nerviosismo en sus declaraciones, Guede prefirió transmitir serenidad. "Le damos tranquilidad a los futbolistas, la misma con la que salen a cada partido. Eso sí, no hemos ganado nada todavía, aunque anímicamente este plantel está mejor que el del torneo pasado. Los otros resultados no dejaron que la gente celebrara en el Monumental. Habrá que ir a darlo todo a Concepción", cerró.