A tan solo 20 días de iniciar un viaje que potenciaría su carrera como púgil, José Sánchez fue abatido con un palo en la nuca seguido de cuatro puñaladas en el torso. El asalto, ocurrido en Lampa el día siguiente a la navidad de 2011, casi acabó con su vida. Logró sobrevivir, pero una orden médica parecía quitarle su pasión: no podría volver a subirse a un ring en su vida.

El hecho significó un cambio radical en la vida de Pato Lucas, como es conocido en el mundo del ring. Con un sorprendente invicto de 15 peleas ganadas, Sánchez veía cómo el sueño de ser campeón del mundo se transformaba en utopía. Un bajón depresivo, que conllevó excesos tóxicos, además de la separación de su pareja, acompañó por un largo periodo al púgil. Sin embargo, pudo encontrar refugio en su trabajo y en sus compañeros. En la barraca de su ex suegro, ubicada en San Bernardo, Sánchez volvió a creer en su cuerpo que recuperaba fuerza. Allí, en una improvisada sala de entrenamientos, el boxeador volvió a dar puñetazos al saco de arena imaginando su regreso.

La ansiedad le pasó la cuenta. A pesar de los consejos de sus cercanos, pactó una pelea con Erwin Adriazola a fines de marzo en el Club México. Su falta de entrenamiento fue notorio y perdió por descalificación en el noveno round: "El culpable soy yo. Por tomar decisiones malas. Me dijeron que pelee en julio, pero me apuré".

Por su cabeza pasó la idea de dejar el boxeo, pero rápidamente se despojó de esta. Ahora, su objetivo es claro: "Quiero bajar de peso, entrenar unos cuatro meses y hacer una pelea buena, al tiro, con cualquiera. Estoy con la cabeza más fría".