Guillermo Coppola: “Es muy fuerte decir que a Maradona lo mataron”
El representante sigue vinculado al fútbol, pero, donde vaya, no puede apartarse del recuerdo de quien fuera su pupilo más ilustre. Con franqueza y frontalidad, les responde a quienes lo responsabilizan por la relación entre el astro transandino y las drogas. Y con nostalgia, evoca el cercano vínculo que mantuvieron y hasta la separación que el mejor futbolista de la historia atribuyó a los malos manejos de su patrimonio.
A los 73 años, la vida de Guillermo Coppola sigue transcurriendo entre aviones, hoteles y entrevistas. A Chile, por ejemplo, llega desde España, después de haber presenciado la final de la Copa del Rey y de felicitar a Manuel Pellegrini por el título que consiguió con el Betis. Lo hace para presentar Diego Eterno, el homenaje fotográfico realizado por los chilenos Nicolás Salgado y Tal Pinto que, en más de 400 páginas, recorre la vida de Diego Maradona, a quien representó durante buena parte de su vida y con quien construyó una intensa amistad que supo de alegrías, desencuentros y acusaciones que abordará con naturalidad y frontalidad durante esta conversación.
Guillote se olvida del cansancio cuando habla de su amigo más ilustre, por el que muchas veces dejó todo. Se ilumina. “Maradona es la pelota. Así de simple. Jugadores hay muchos, hay grandes, infinitos, pero siento que él es único. Claro, te encuentras con alguien que lo ama profundamente, entonces es difícil dejar de decir este tipo de cosas, pero va a ser eterno, porque es la pelota. Y él dijo ‘la pelota no se mancha’. Y yo te digo ‘la pelota no se rompe’. El fútbol sigue andando, es un deporte que apasiona. Él lo denominaba ‘el deporte rey’ y el deporte rey se juega con la pelota. Y Diego es la pelota”, dice.
Habla de Maradona en presente, como si estuviera acá, vivo.
Diego es un hombre que ha traspasado las fronteras. Ha hecho en Napoli algo que no se va a repetir. El amor, la gente, los altares, que lo comparen con San Genaro. Reemplazó el nombre del patrono de la ciudad. Con sus títulos, con sus gambetas, con su arte. Diego es un artista y eso lo diferencia. Tuvo buenas y malas, virtudes y defectos, altos y bajos, pero al Maradona futbolista difícilmente se le pueda criticar.
¿Y al otro?
A uno que vivió como lo viví yo le queda la lástima por una situación que no pudo superar, pero, ¿sabes qué?, les pasa a muchos padres con sus hijos. A mucha gente en el mundo. No solo a Maradona. Porque parecería que era el único que tenía una adicción con la que peleaba, luchaba y no lograba encontrar el camino que reparara ese problema. Es un flagelo en el mundo. Él lo padeció. Mucha gente sufre por sus hijos. ¿Por qué lo digo? Porque algunos señalan. Diego tenía mamá y papá. Tenía esposa, tenía hijas. No me estoy sacando ni apartando de nada. Yo llego, a raíz de tu pregunta, a decir “el otro sufrió una enfermedad que le hizo mucho daño”. A él, por sobre todas las cosas. Y a los demás, que sufrían por lo que estaba viviendo.
Ese Maradona que en la cancha peleó y les ganó a todos, ¿fuera de ella dejó de pelear por su vida?
Yo te puedo decir que dejó de pelear. En los últimos años no estuve con él. Hoy lo comentaba y decía que nos encontramos en la vida, empezamos a transitarla juntos en el 85. Él ya con su problema a cuestas. Lo aclaro porque muchos por ahí dicen cosas, y no me molesta, porque sé quien soy en la vida. Diego, con su espontaneidad dijo “este problema lo conocí en Barcelona, en el 83″. Y yo empecé con Diego en junio o julio del 85. Él luchó. No lo logró.
¿Hasta cuando luchó?
Por ahí, como muchos dicen, se entregó. Yo lo vi en Rusia, nos reencontramos. Él se enoja conmigo porque me vuelvo de Cuba en el 2013. Siento que como amigo no amó a nadie como me amó a mí. No lo digo. Está escrito, visto, escuchado. “Sos la pelota de mi vida”, me decía. Recién decíamos que Diego es la pelota. El bien más preciado que tiene el ser humano es la vida, después, la libertad y después, eliges. Y para él, el bien más preciado de su vida era la pelota. Y yo era la pelota de su vida, la pierna izquierda, el resto del corazón que le quedaba. Su hermano, su mánager, su padre, su amigo. También un día fui el hombre que le robó la plata de sus hijas. Ese era Diego. Entonces, ¿me enojé? Yo sabía, conocía sus reacciones. Sabía lo puro de esa reacción.
¿Lo perjudicó?
No es fácil que, a la vista del mundo, Maradona te diga “me robó la plata de mis hijas”… Yo no podía andar por la calle. Ahora estoy pasando uno de los mejores momentos de mi vida. Por mi relación con la gente, lo laboral, lo familiar. Muere el papá y Diego me da la manija del cajón de su padre. Entonces, me pregunto: Al hombre que le robó la plata de las hijas, ¿le darías la manija del cajón de tu padre? Porque me la dio delante de mil personas. Cuando hay que despedirlo a él, su familia me da la primera manija de su cajón. Por más diferencias que uno pueda tener con sus hermanas, me dieron la primera manija del cajón. ¿Qué quiero decir? Que eso encierra un poco la disculpa que esperé, porque él nunca dijo “no me robó”. No tenía para la nafta, entonces, mal le pude haber robado. Historia que es real, hechos. Después de separarme de él, al tiempo me quedé sin casa, sin autos, sin bienes.
¿Sin prestigio, también?
¿Sabes por qué no? Porque antes de Diego tuve 183 futbolistas. Él me pide exclusividad. De esos 183, muchos salieron a la cancha. Bianchi, Basile, Ribolzi, Merlo, Jota Jota López, Ruggeri, Gareca y puedo nombrar los 100. Y la gente se da cuenta. Manejo la Copa Argentina, décima edición, vengo de un viaje, del que llegué hace unas horas de España, me junté con la federación y vi la final de la Copa del Rey. Felicité al Ingeniero Pellegrini y a Rubén Cousillas por el título. Sigo en el mismo ruedo. Y si caminas conmigo, por Chile, no en Argentina, te darás cuenta del trato de la gente. El prestigio ya venía. No lo digo de agrandado ni de soberbio. Dices, “¿este hombre qué hizo?”. Y en el año 1984 participó de la transferencia del arquero Osvaldo Norberto Santos, de Lanús, en Primera B, al Barcelona, donde jugaba Cruyff. Han pasado 37 años y está sentado haciendo una nota con el o uno de los diarios más prestigiosos de Chile. Eso habla de que todos tenemos altas y bajas, buenas y malas.
¿Maradona murió o lo mataron?
Yo soy de esa generación que no señala de lejos. No sé decir qué se está cocinando si no estoy dentro de la cocina, cómo es el guiso que se está preparando, qué le pusieron, si estoy en mi cuarto esperando que lo terminen. Entonces, diferencias: Diego en Cuba. Lito Pintos, periodista argentino, le hace una nota que me sorprendió y él dice “Guillermo deja de ser mi mánager y pasa a ser mi socio, al cincuenta por ciento”. Yo viví cuatro años en la soledad de Cuba. Después de Cuba y de todas las cosas que se hablaron de Cuba, Diego hizo La Noche del 10. El mejor Diego después del 86. Impecable. Eso fue después de Cuba. Listo. Porque hay muchos que también dicen “Cuba, Cuba, las mujeres” o viene la señora que declaró, que estuvo bien, si sintió que había sido, de alguna manera, maltratada. La justicia decidió otra cosa. Pero me refiero a ese Diego que genera esos amores y, por ahí, algunos odios. No conmigo, porque yo lo conocía y sabía. Me dices “lo mataron” y para mí la muerte de Diego es distinta. Significa otra cosa que para la mayoría. A las 96 horas de habernos separado, había devuelto poderes, contratos, había rescindido esa sociedad al 50 por ciento de la que participó. Hoy pelean por los derechos, por las firmas. Una camiseta se subasta. ¿Sabes cuántos elementos tengo yo que no me animaría a tocar? Serán mis hijos o los voy regalando. Porque no se lucra con la muerte de Diego. Es mi estilo. Otra edad, otra forma.
Hay otros que siguen lucrando. Las hijas apuntan a Matías Morla. El italiano Stefano Ceci presentó una marca con su nombre…
La marca es de la familia. Él ya no está. Hasta un porcentaje puedes ceder. Yo lo entiendo así. Ahora, el señor Ceci llegó a Cuba. Un italiano. Nos acompañó en algún momento. Hoy es dueño de la marca. Decidió él. ¿Le apuntaron con un arma para que le diera la marca? Entiendo que no. No lo sé. Después está en uno. ¿Me corresponde o no me corresponde? ¿Tengo derecho o no? Con el doctor Morla hace tiempo que no hablamos. De alguna manera, el diálogo se cortó. Nunca señalé. Yo fui amigo, hermano. No puedo ponerme a hablar de otros que no lo fueron.
Hay elementos objetivos que instalan la sospecha. Una investigación judicial en curso.
Sí. Hay decisiones de la justicia fuertes, que marcan. Imputaciones graves. No solo para el doctor (Morla), sino para los que estaban alrededor. De todas maneras, te cuento, yo veo a Diego en el primer partido de la novena edición de la Copa Argentina, en la cancha de Quilmes. Me ve, emocionado. Salimos a la cancha abrazados. Terminó el partido, que ganó Gimnasia 2-0, fuimos al vestuario abrazados. Se reía. Era el Diego que yo conocía. No el mismo, pero divertido. Llamó a los colaboradores, a (Sebastián) Méndez. “Que Guille te cuente esta historia”, por la de la Ferrari o la de Japón. Me firmó el sillón a la vista de la gente y se lo di a un amigo. Semana siguiente. Jugaban Boca y Gimnasia en La Bombonera. Me dijo, “tráeme a tu hija”, por la más chiquita. Voy al vestuario y no era el mismo Diego. ¿Qué pensé? Cancha de Boca, vestuario visitante. Salió a la cancha con Dalma y el hijo de Giannina, Benjamín, su nieto. Yo tengo una platea que nos permitía tocarnos las manos. “Llámame, por favor”, le dije. No era el mismo Diego. Entonces, ¿lo mataron? Es duro. ¿Se preocuparon? Es muy fuerte decir que lo mataron. El 30 de octubre lo vi como cansado. Sale a la cancha de Gimnasia un Diego que no podía caminar, que no podía sostenerse en pie. Eso critico. A aquellos que lo llevaron, que no se supo nunca quienes fueron. Si fue la publicidad, si fue el doctor Morla, quién fue. Al que mostró esa imagen al mundo. Yo ni muerto lo hubiese sacado así. Tal es así que llamé al presidente de Gimnasia indignado y me dijo: “Guillermo, no tuve nada que ver. Entiendo tu enojo”. Era imposible de mirar. Yo estaba contento que estuviera en la cancha. Incluso cuando fue a México y la gente lo cargaba por el “eeeehhh” que se le iba.
¿Alguna vez se comunicó con él para ayudarle?
No se podía, porque no tenías el número o se los cambiaban. Si te muestro el teléfono ahora, tengo Diego, Diego nuevo, Diego segundo, Diego tercero. Nunca te atendía el teléfono. Sabía por Claudia, con quien tengo una excelente relación. Por Dalma y Giannina. Tiene más familia, pero era con las que más diálogo tenía. O a algunos amigos que podían ir o que se sometían a una cosa que yo no.
¿Cómo tiene que ser recordado Coppola en relación a Maradona? Hasta en la serie de Amazon Prime aparece como el inductor de sus peores momentos.
La serie no la vi. Es ficción, pero colaboré. Siempre hay uno que es el asesino, hay otro que es el bueno, está el seductor. A mí me hubiese gustado ser ese, el galán de la película. Entonces, a aquellos que dicen “incidir”, yo les respondo, ¿incidir en qué? En que se riera, se divirtiera, en que ganara los títulos que ganó en el Napoli, dos Scudettos, una Copa Italia, una Copa de la UEFA, el campeonato del Mundo del 86, el subcampeonato del 90. En esos estaba Coppola. ¿Son los peores años de la vida de Diego? Alguno leyó solo un parte de la historia. Después, la otra, cuál fue, la de Punta del Este. Durísimo. Los médicos le salvaron la vida, no yo. Él dice en una entrevista con Liberman y Pacini que yo le salvé la vida y no, los médicos lo salvaron. Guillermo corrió para que lo asistieran porque ahí estaba. Fuimos a Cuba. Cuatro años en una isla. No te quieres volver, pero es para una semanita, diez días. Y yo estuve cuatro años con el amigo, porque lo necesitaba. Y después de Cuba, La Noche del 10. Listo. Yo ya no estaba, me fui. Nunca nadie me preguntó por qué me fui. Cuando no te entiendes y cuando te das cuenta de que no existe la misma relación, te separas. Seguí remando. Me quedé sin nada material, pero me quedé con toda la vida que viví al lado del más grande de todos. Que no se compra con dinero.
Hay quienes teorizan que la vida de Maradona dependía de un “no” que nadie se atrevió a decirle. ¿Alguna vez hubo un “no” de su parte?
Te tendría que vender imagen y no quiero vender imagen. El resumen es: cajón del padre, decide él. Cajón de él, decide la familia. Los seres más queridos. El mismo lazo de sangre. Decidieron ellos. O sea, me distinguieron, me dieron un lugar importante. ¿Por qué? Estaban cerca de la cocina que mencioné hace un rato. Si tuvieron esa actitud conmigo es por algo. El público, la masa, puede señalarlo a uno, porque tiene la libertad de hacerlo. Después, hay que ver cómo se siente uno. Y yo me siento tranquilo, feliz y hace cinco o siete minutos dije que estaba transitando por uno de los mejores momentos de la vida. Entonces, ¿el “no” existió alguna vez? Sí, pero muchas veces los padres a sus hijos les dicen “no” y los hijos viven situaciones similares. ¿Hay alguno más fuerte que el amor de padres? No. Sin embargo, hay hijos que viven situaciones como las que vivió Diego.
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