Guillermo Maripán (25) es uno de los bastiones defensivos de la Roja. Con sus imponentes 193 centímetros de estatura, el defensa formado en Universidad Católica se ganó un espacio importante en el equipo que dirige Reinaldo Rueda. Es uno de los símbolos del recambio, el jugador más alto del equipo, el techo del bicampeón de América. Sin embargo, su altura, esa que ahora le da un lugar preponderante en la zaga nacional, no siempre fue su mejor aliado. Tuvo que recorrer un largo camino para tocar el cielo.
Cuando "pequeño", Maripán sufrió por su tamaño. Era tan grande que no lograba erguirse por completo. Padecía dolores cervicales y caminaba algo encorvado; desplazarse así era la única forma de evitar un poco las molestias en la espalda, por lo que la conducta se hizo repetitiva.
Pese a ello, su potencial como futbolista era gigante y lo demostraba fecha a fecha en las juveniles de la UC y luego en el primer equipo, por lo que desde siempre llamó la atención de los representantes. Al mismo tiempo, el club tenía muchas expectativas en él y se transformó en uno de sus principales proyectos.
No obstante, había un pequeño problema: al entrar a la cancha, su mala postura le jugaba en contra. Le impedía mostrar su real estatura. Lo reducía, lo achicaba, en cierta forma. Y eso, indefectiblemente, comenzó a repercutir en la efectividad de su cabezazo, expediente del cual estaba llamado a ser un referente, dada su envergadura.
"Memo perdía 10 centímetros por no estar bien erguido. Cuando caminaba hacia el área rival no lograba cabecear y si lo hacía era con poca fuerza. No hacía muchos goles de cabeza y era preocupante, porque esa tenía que ser su mayor fortaleza", sostienen desde su entorno.
Entonces, mientras estaba en el club cruzado, la empresa que lo representa, Trading Sports, comenzó un plan maestro para mejorar esa faceta. Este incluyó trabajo físico, coaching y quiropraxia, entre otros elementos. Con el tiempo, el espigado central de la precordillera fue progresando. Su forma de pararse mejoraba y lo mismo ocurría con su rendimiento en la cancha.
En resumen, Maripán se fue alineando y su juego con los pies se fortaleció. No así su cabezazo. De hecho, su período en la precordillera es más recordado por su buena salida desde el fondo, con la pelota dominada, que por su juego aéreo.
Sus destacadas campañas en San Carlos de Apoquindo lo llevaron al Alavés español. Allí se propuso una meta: convertir cuatro o cinco goles de cabeza por temporada. El semestre pasado logró dos. El trabajo defensivo y ofensivo daba frutos. La energía en el impacto al cabecear era mayor que hace algunos años.
En Brasil, Memo está con su PF y su coaching personal. Rueda está encantado con su disposición, dicen en la concentración de la Roja. Y es que el zaguero estuvo cerca de quedarse abajo del avión.
En la última gira de Chile por Estados Unidos, sufrió una lesión que lo complicó para culminar la liga española: un esguince grado dos en el tobillo derecho. Estuvo cuatro fechas fuera de las canchas.
Por lo mismo, la ANFP, el jugador y el Alavés llegaron a un acuerdo, y Maripán se sumó a fines de mayo a los entrenamientos en Pinto Durán, con el objetivo de llegar bien a la Copa América. Si ya tenía la confianza de Rueda por sus cualidades como jugador, ahí se ganó su corazón, ya que hoy el central está recuperado y es uno de los pilares de la defensa de una selección que busca el tricampeonato continental.