En la frontera entre el jueves 17 y el viernes 18 de octubre, tal vez justo a la medianoche, bajé desde la tribuna de prensa del Estadio Nacional rumbo a los estacionamientos. Poco rato antes, Universidad de Chile había derrotado 2-1 a Iquique obteniendo tres puntos de vida en la lucha por no descender. Hubo 43.000 personas en las gradas del estadio en remodelación para la final de la Copa Libertadores. El ambiente había sido tenso en el tablón y ese autogol rebotado de Mauricio Zenteno se gritó con el mismo estruendo de los goles que dan campeonatos.

Era tantos los nervios, que la hinchada celebró un lateral a favor cuando los iquiqueños hicieron un último arresto ofensivo, casi instintivo, agregando dosis extra de suspenso. No fue un gran partido, pero tuvo todos los ingredientes que hacen del fútbol un espectáculo único.

Lo que no sabíamos entonces era que iba a ser el último partido oficial de nuestra Primera División por mucho rato. La sociedad nos estalló en la cara y todos, como le pasaba a Javierito Margas en el West Ham, corremos de un lado para otro mientras la pelota nos pasa por arriba sin poder alcanzarla.

Los argentinos tienen una expresión certera: se pudrió todo. No es una columna de contingencia ni política ésta, tengo otras plataformas donde he entregado mi opinión de manera bastante clara. Solo digo que emergió lo que ya estaba podrido y salpicó a todo el mundo. Incluso el fútbol, donde se pace cómodo en una burbuja. Como nunca antes en la historia de Chile, los futbolistas tomaron partido y opinaron libremente. No hubo casete ni frases hechas. Por una vez nadie salió a pedir "que se hable solo de fútbol" o que se rescate "lo bonito y lo importante". Esteban Paredes dijo hace poco que la cabeza no estaba para jugar, Jorge Deschamps contó que en el camarín de Curicó ya no se escucha cumbia o reguetón sino las noticias, Iván Morales salió a marchar como varios. Hace un par de días Charles Aránguiz se enfrentó duramente con José Antonio Kast por Twitter.

Casi como un acto reflejo, la nueva ministra del Deporte ratificó al Estadio Nacional como sede de la final de la Copa Libertadores. Nadie quedó muy convencido y varios criticaron duramente a Cecilia Pérez por garantizar algo que no se puede garantizar. Es un momento donde nadie sabe en qué estaremos en una semana.

Van tres fechas suspendidas más las semifinales de la Copa Chile. Incluso la Fecha FIFA está en veremos, a la espera de los acontecimientos. Nada que hacer, el tren de la historia arrolló lo que se cruzó por su camino. A mirar a la Sub 17 o el fútbol europeo, acá no tenemos para cuando. Esa despreocupada y alegre sensación de abandonar el estadio después de un disputado e intenso duelo se ha desvanecido. Parece un recuerdo muy lejano, en otra época, en otro país.