Lewis Hamilton puede anotarse una nueva hazaña. El piloto británico puede contarle al mundo que se adjudicó el Gran Premio de Gran Bretaña, en Silverstone, en tres ruedas. La descripción es literal. Recibió la bandera a cuadros con el neumático delantero izquierdo destrozado. Un corolario poco decoroso para un fin de semana que había comenzado con un registro histórico en la clasificación, pero que resume de buena forma una competencia accidentada.
La explicación para el bochornoso final hay que buscarla más atrás. La carrera, que ya se tuvo que detener en la segunda vuelta por el accidente que sacó a Kevin Magnussen, se volvió a interrumpir en la vuelta 13, cuando se despistó el ruso Daniil Kvyat. Ese percance fue aprovechado por gran parte de los equipos para cambiar la estrategia y calzar neumáticos duros, con los que calculaban llegar al final de la competencia.
Sin embargo, al menos en el caso de Mercedes, el pronóstico falló. El primero en sufrirlo fue Valtteri Bottas, quien a dos giros del final terminó con la rueda delantera izquierda destruida y cedió el segundo puesto que había ostentado durante gran parte de la carrera.
En el último giro, tal como su compañero, Hamilton también sufrió la rotura de la goma. Y tuvo que apelar al talento y a la cabeza fría para conservar el primer puesto, pese al intento de Max Verstappen por acercársele. Al final, alcanzó a ver la bandera a cuadros en el primer puesto, aunque ni siquiera pudo realizar la vuelta de festejo. Había que evitar que el Mercedes, que había volado como en toda la temporada, terminara pagando las consecuencias.