Lewis Hamilton no quiso arriesgar en México. El título estaba a una simple combinación y el británico se aferró a ella con todo. El séptimo lugar le bastaba para levantar su quinto Mundial, así que corrió con mesura. No quiso competir; ya lo hizo antes, de sobra, durante toda la temporada. En el Autódromo Hermanos Rodríguez acabó con lo justo, pero en el año terminó sobrado. Pentacampeón, al fin. El tercer piloto con más títulos, al fin. El mejor de su generación, hace rato.
Ricciardo se quedó dormido. Cuando debía proteger el primer lugar para ir por su segunda victoria de la temporada, permitió que Verstappen y Hamilton lo sobrepasaran apenas las luces verdes se prendieron. Ingrata carrera para el australiano, que en la vuelta 62, cuando iba segundo, tuvo problemas de motor y debió abandonar.
Verstappen, compañero de equipo, suplicaba por radio que revisaran el motor. El holandés quería ganar la carrera a como diera lugar, y de paso arruinarle el milagro a Vettel, quien fue con todo en busca del primer puesto. Pero el holandés logró salir victorioso y confirmar su condición de piloto del futuro.
Y es que el alemán tuvo un desempeño digno. Mantuvo su honor y perdió como un campeón. Pese a iniciar cuarto y no poder aprovechar ninguna de las variaciones que ocurrieron al inicio del Gran Premio, tomó ventaja cuando los bólidos de Red Bull y Mercedes mostraron problemas con los neumáticos ultrablandos. Vettel, con las mismas gomas, sobrellevó de mejor manera el desgaste y escaló puestos. Primero pasó a Ricciardo y luego a Hamilton, que iba a media máquina y sumamente afectado por la calidad de las ruedas.
El ánimo, sin embargo, estaba intacto. El inglés se gastó el glamour del campeón a lo largo del Mundial. En Alemania rebosó calidad y en Italia, gracias a las errores de Vettel, comenzó a sellar el título. Su dominio le llevó a ganar cuatro carreras consecutivas luego y adquirir suficiente margen como para jugar con la calculadora. Ya no era un tema de si sucedería, sino de cuándo. Falló al celebrar en Estados Unidos, pero en Norteamérica seguía aguardándole la gloria.
Con 33 años igualó el récord de Juan Manuel Fangio. Solo queda a dos de Michael Schumacher, el hasta ahora mejor piloto de la historia. Tiempo y talento le sobran para alcanzar al Káiser y, por qué no, superarlo. A su favor tiene una escudería que lo respalda y mima en todo lo que solicita. Un compañero de equipo que sabe trabajar para él y un automóvil en constante evolución.
Puede que tal aspecto se haya tornado clave en la derrota de Vettel y Ferrari por segundo año consecutivo. Las órdenes del equipo jamás estuvieron claras. Pese a que el tetracampeón era la principal carta de victoria, Raikkonen tuvo camino libre para competirle y el oriundo de Heppenheim lo sabía, por lo que en varias carreras arriesgó de más y en vez de la victoria solo encontró la ruina.
"No me permito emocionarme en público, ¡esto solo es alergia!", bromeó Hamilton terminada la carrera. "Esto me llena de humildad y de agradecimiento. Mi familia, mi padre, quien creyó en mí cuando éramos más jóvenes. Este es definitivamente el mejor año de mi vida. Pensé: '¿Cómo puedo mejorar? ¿Cómo puedo ser un mejor hijo, un mejor amigo?'. Quizás esto viene con la edad", añadió.
Vettel, visiblemente angustiado por la derrota, no reparó en elogios para el oriundo de Stevenage: "Un día para nada fácil, pero felicitaciones para Lewis y su equipo. Realizó un trabajo espectacular durante todo el año".
Ahora Hamilton va por más. Lo desea y no lo esconde. Quiere el récord de victorias de Schumi, quiere superarlo en títulos mundiales. Ser el mejor de la historia.