La imagen de Marcos Rojo cargando a Lionel Messi, luego de convertir de volea a los 86' y sellar la clasificación de Argentina a octavos de final, resume de manera perfecta el momento del defensor formado en Estudiantes de la Plata. Es que ni siquiera Jorge Sampaoli, en todos los escenarios en el que seguramente proyectó el duelo, presumía que el jugador suplente del Manchester United terminaría resolviendo el puzzle que puso entre las cuerdas a una generación que estuvo a minutos de sumar otro fracaso. Rojo, por unos minutos, dejó a Messi como un simple actor de reparto.
Es que el central fue muchas veces vapuleado por su rendimiento en la Selección. Ayer, le tocó ser el héroe y su emoción fue evidente. El compañero de Alexis Sánchez en el Manchester United estaba naturalmente eufórico cuando fue abordado por la transmisión oficial del Mundial. La descarga de energía fue fuerte. Tanto como la presión con la que el equipo de Sampaoli entró a disputar el decisivo partido: "Se me pasan muchas cosas por la cabeza. Le había dicho a Otamendi que iba a marcar un gol. Esto es para mi familia, para mi mujer, para todos, aunque nos criticaron", resumió el central.
Rojo, sin embargo, estuvo a una jugada de ser el villano. Una supuesta mano en el área, luego de un disparo de Ighalo, generó el reclamo de los nigerianos. El juez Cakir pidió revisar el monitor, avisado por el VAR, lo que enmudeció a prácticamente todo el estadio que estaba vestido de albiceleste. El juez, con razón, determinó que no hubo intención. Rojo, luego de años de críticas, se vistió de 9 para asegurar la clasificación.