Con estilo, puso un pie en El Salvador. Lentes de sol y caminata segura por el aeropuerto. Lo mismo en su llegada al estadio. Johnny Herrera volvió a jugar con la U tras 125 días de suplencia, con la jineta de capitán en el brazo, como era de costumbre en sus mejores tiempos. Hernán Caputto lo envió a la cancha de titular apenas encontró la opción, y este sábado, ante Cobresal, era su chance de demostrar que seguía vigente. Lo que fue una oportunidad, terminó siendo otro partido para el olvido.
A los dos minutos de partido, a Herrera ya le tocaba intervenir, cuando Marcelo Cañete probaba al arco desde fuera del área, sin generarle mayores complicaciones; aunque debió lanzarse para alcanzar el disparo. En la siguiente jugada, Eric Godoy probaba de media distancia y su tiro se fue desviado por poco sobre el travesaño. Pudo ser el primero, el capitán azul solo la miraba, pero aún no; la apertura de la cuenta llegaría 10 minutos después.
En el 12', César Villagra recibió un centro por derecha, y cabeceó frente a Herrera, a menos de dos metros. El bote antes de entrar a la red confundió al portero, los reflejos no alcanzaron para tapar el tiro a quemarropa. Era el 1-0 para el cuadro minero.
El empate 1-1 marcado por Marcos Riquelme traería tranquilidad, también para Johnny, pero no duraría mucho. En el 35', Felipe Reynero, el mismo que el domingo pasado le anotó un doblete a Colo Colo, definió en el área con un tiro a rasante que el meta no alcanzó a manotear. Con el resultado en contra, el capitán lideró a los Azules hacia el camarín, al descanso, donde no se encontró la mejora.
En el 51', otra vez Villagra se topaba cara a cara con Herrera en el área. Esta vez con la pelota en el piso, pegada al pie, el delantero se llenó de enganches, que terminaron con el portero en el piso, mirando como un balón que no alcanzaba a tapar entraba en el pórtico. Era el 3-0.
Desde el cinco de mayo, ante Audax en La Florida, que la U no recibía tres goles en contra. Precisamente, ese partido fue el último de Johnny Herrera como titular, para luego entregarle el pórtico a De Paul y la jineta de capitán a Matías Rodríguez. Fue un retorno de pesadilla. No quedó más que saludar a sus compañeros, y retirarse cabizbajo del desierto.