Al margen del marcador, lo que más llamó la atención en la victoria de Arabia Saudita sobre Argentina fue el desenfado de sus jugadores. Una actitud que tiene un claro mentor, el técnico francés Hervé Renard, un carismático personaje que tocó fondo y encontró el éxito como DT en África y ahora en Asia.
El hombre que puso de rodillas a la Argentina de Lionel Messi nació en Saboya, Francia, hace poco más de 54 años. Formado como un discreto zaguero tuvo la oportunidad de coincidir con un joven Zinedine Zidane, quien llegó a los 19 años el equipo de la Costa Azul y con quien coincidió tres temporadas.
En ese momento, Renard se dio cuenta que la práctica del fútbol profesional no era su sino. El talento de Zizou contrastaba de manera evidente frente a las capacidades del defensor.
“Enfrentarme con los grandes jugadores hizo que me diera cuenta de que mi jerarquía era de tercera”, diría años más tarde, cuando ya era un entrenador de renombre muy lejos del país galo.
Entonces se fue y llegó a jugar, incluso, en las divisiones amateurs del fútbol de su país. A los 30 años se cansó de dar vueltas. Trabajó como basurero y limpió edificios, cuando ya se notaba que su aporte era más valioso desde el borde del campo de juego.
Entonces dio su primer golpe, cuando ascendió dos veces al Sporting Club de Draguignan, el equipo en el que se retiró, hasta llevarlo a la cuarta categoría.
Directo a África
Ese pequeño éxito lo hizo visible ante uno de sus compatriotas, el técnico Claude le Roy, afamado entrenador del fútbol africano, quien lo invitó a trabajar en su cuerpo técnico.
Desde ahí todo ocurrió muy rápido. Se marchó con su nuevo jefe a uno de los clubes más importantes de China y, después de eso, el propio Le Roy lo recomendó que dirigiera el Cambridge de la cuarta categoría de Inglaterra.
En 2007 volvió a trabajar con su gran mentor, esta vez como asistente técnico en el equipo nacional de Ghana. En la temporada siguiente tomó la selección de Zambia, esta vez como entrenador titular, después hizo lo mismo con Angola para terminar en el USM Alger de la liga argelina.
“En África me siento libre. No creo que pueda vivir en otro lugar”, dijo alguna vez en una entrevista. Incluso, desde 2016 vive en Dakar, Senegal, donde se casó en 2016 con la senegalesa Viviane Dieye, viuda del DT Bruno Metsu, quién llevara a Senegal al Mundial 2002 y que falleció en 2013, víctima del cáncer.
Y sus actuaciones han confirmado a cabalidad esa declaración de principios. En 2011 volvió al equipo de Zambia con el cual ganó la Copa Africana de Naciones de 2012, después de una reñida final que ganó por penales ante Costa de Marfil, cuando se ganó el apodo de Mago Blanco.
Probó suerte en el Sochaux de su país, pero no fue lo mismo. Y fueron los Elefantes, el mismo cuadro que derrotó en el torneo continental, el que lo llamó para hacerse cargo del equipo marfileño con el cual ganó su segundo trofeo africano en 2015, el único técnico que lo ha hecho con dos naciones diferentes.
Tras un paso en falso en el Lille, volvió a tomar las riendas de una selección en su continente favorito. Con el cuadro de Marruecos logró la clasificación a su primera Copa del Mundo, la de Rusia 2018.
Un año más tarde, firmó por Arabia Saudita, equipo con el que llegó a un nuevo Mundial en el que doblegó a Argentina en el inicio de Qatar 2022. Tras la clasificación, la federación saudita extendió su contrato hasta 2027.
“Nos recibió el príncipe Mohammed bin Salman y nos felicitó por la clasificación al Mundial -dijo en su primera atención a la prensa en Doha-. Nos remarcó que no había ninguna presión, que debíamos mostrar una imagen linda del fútbol saudita. Eso no quiere decir que nos vayamos a limitar, al contrario”, aseguró tras llegar a su segunda Copa del Mundo.