Colo Colo cayó 0-2 ante Delfín de Ecuador, por la tercera fecha del grupo B de la Copa Libertadores, y firmó así una de sus peores derrotas en la historia de la competencia. El equipo albo dio una nueva muestra de inconsistencia y, a la mitad de la etapa grupal, la eliminación prematura ya es una amenaza concreta. El objetivo central del equipo, avanzar al menos a octavos de final del torneo continental, comienza a ser una quimera, toda vez que ya ni siquiera dependen de sí mismos para lograrlo.

El 2018 ha estado lejos de cumplir las expectativas colocolinas. A su pobre campaña internacional se suma su irregular actuación en el Torneo Nacional, donde marchan en el quinto lugar, con 13 puntos obtenidos con cuatro triunfos, un empate y dos derrotas, aunque dejando muchas dudas respecto de su funcionamiento.

En ese escenario, Pablo Guede se ha llenado de excusas y explicaciones para intentar maquillar las complicaciones que está teniendo durante este año, apuntando sus argumentos en distintas direcciones, pero sin satisfacer las exigencias de los fanáticos, quienes ya comienzan a perder la paciencia con el argentino.

Tras la histórica derrota ante los ecuatorianos, el adiestrador aseguró que "las cosas no salieron" como esperaban y ofreció disculpas a los hinchas: "Siento un dolor tremendo por no poder darle a la gente la alegría que merecían", dijo, al mismo tiempo que los fanáticos se retiraban del Monumental pidiendo su cabeza.

Y es que el adiestrador confunde en su discurso, pues evita la autocrítica y busca responsables donde no los hay. Además, sus análisis parecen alejarse de la realidad, o al menos de la apreciación mayoritaria de las cosas. "Estuvimos a la altura del partido y de un magnífico rival. Este es el camino para avanzar a la siguiente ronda", dijo, por ejemplo, el 27 de febrero después de caer ante Atlético Nacional de Medellín en Santiago, en el estreno copero de su escuadra. Inentendible.

Un par de semanas después, el 14 de marzo, tras el tibio empate 1-1 ante Bolívar en La Paz, el técnico aseguró que había que valorar la igualdad porque "cuando un equipo se te mete atrás es muy difícil entrarles. Valoro la actitud de los muchachos. Es muy complicado sacar un punto", expresó, antes de asegurar que iba a rotar de cara a las siguientes fechas para cuidar a los futbolistas, reiterando la idea del cansancio del plantel, que ya venía instalando en su discurso un par de semanas antes. Y aquello tampoco le resultó pues, al partido siguiente, los suyos cayeron 2-1 ante la Universidad de Concepción, en el sur.

No obstante haber enfrentado aquel choque ante el Campanil con un equipo alternativo, implementando rotaciones apenas tres meses después de iniciado el año, también encontró una excusa para justificar la derrota. Esa tarde del 18 de marzo sus dardos apuntaron al arbitraje, al que atacó con vehemencia sobre todo después del bullado penal en contra de Jean Meneses. "El nivel del arbitraje chileno no puede ser. Uno se mata trabajando, va y viene, y que nos den vuelta así... No, muchachos, esto no es casualidad. Es lo que hay que aguantar por ser Colo Colo", acusó, convencido de que su equipo es perseguido por los jueces. E insistió en la merma física: "Los jugadores están muertos", sentenció.

Sus palabras no convencen y su planificación no resulta. Antes del bochorno contra Delfín aseguró que "lo más importante va a ser la paciencia. Mover la pelota rápido. Ahí los espacios aparecen. Tiene que ser con mucha paciencia con la pelota y muy rápidas las transiciones de ataque a defensa". Nada de eso ocurrió sobre la cancha del Monumental. Su equipo fue tibio, tímido, lento y predecible, pero él después del encuentro dijo que sólo "faltó profundidad". "Nos equivocamos en el último tramo de la cancha. Nos faltó un pelín. Estoy convencido de que tenemos equipo para competir internacionalmente. Ahora queda demostrarlo"...

El DT ha encontrado justificaciones para todo, pero sigue evadiendo la autocrítica. Este fin de semana, el domingo ante San Luis, tiene una nueva oportunidad para comenzar a revertir el panorama adverso. El mismo que se ha esmerado en disimular, aunque sus argumentos pierdan sentido cada día. Colo Colo se enreda este 2018, igual que el discurso de su técnico, cuyo margen en la institución se hace más pequeño tras cada excusa. Él, sin embargo, no se complica demasiado: "A mí no se me caen los anillos por pedir disculpas las veces que sea necesario", fue lo último que dijo la noche del jueves, después del duodécimo partido de su historial personal sin ganar en Copa Libertadores.