Históricos de Colo Colo 1991 despiden a Carlos Velásquez: "Era un jugador más de nuestro equipo"
Marcelo Barticciotto y Daniel Morón recuerdan las cualidades y multiples anécdotas del fallecido paramédico.
Entre los jugadores que integraron el plantel de Colo Colo en la histórica campaña de 1991, el deceso de Carlos Velásquez cala hondo. La información les llega recién y el impacto es grande. "A mí me ayudó mucho. Cuando llegué, joven, con muchas dudas, inseguridad y él estaba dispuesto a acompañarme a todos lados, al banco para que pudiera cobrar. Me hablaba cuando me bajoneaba. Era un jugador más. Nos masajeaba y hablaba mucho con nosotros. Lo lamento mucho. Lo adoro y lo adoré siempre. Dejaba a su familia para ayudarme. Fue baluarte", valora Marcelo Barticciotto.
"Sabíamos que estaba con el tema del cáncer, pero pensaba que estaba mejor. Se había recuperado", dice Daniel Morón. El exarquero recuerda con especial cariño al paramédico. "Carlos era un tipo vital en nuestro equipo de trabajo, en el grupo. El que ponía la alegría, maravilloso. En su área. Gran humor, gran disposición a todo. Participaba en todo lo que organizábamos. En algunos momentos hacíamos la fiesta de los niños y él iba con su familia completa. Siempre era el primero", agrega.
Ambos coinciden en recordarlo como un personaje entrañable. También por sus tradiciones antes de los partidos, que se hicieron conocidas gracias a los éxitos que sumó el equipo de Mirko Jozic. "La estampa de la virgen era cábala. Siempre nos esperaba fuera de la manga y era el último aliento antes de empezar el partido. Él esperaba el golpe con la fuerza que implica entrar a la guerra. Para nosotros era importante esperar a Carlos. Un tipo muy servicial con todos", dice Morón.
Barticciotto recuerda una de sus muchas anécdotas. "Los muchachos que lo conocían desde antes,como el Chano Garrido o Raúl Ormeño, lo hacían bailar. Cantaba tangos. Como su apellido es Velásquez decía "Velásquez todo es mentira". Me recitaba la entrada hablada. Era un personaje" recuerda. Y otra: "Si nos ponía neurobionta o alguna otra inyección, te dejaba en la camilla y cuando se ponía la aguja lo llamaban y te dejaba la aguja puesta dos minutos. Nadie entendía nada. Era un tipazo".
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