Pintaba para ser un partido de aquellos. De esos que dejan recuerdo. Sin embargo, observamos un encuentro dinámico, combativo, pero de escasa precisión. El primer tiempo estuvo lejos de estar bien jugado, donde la intención superó con creces a la claridad. La valorada intensidad distorsionó el enfoque de ambos equipos y terminamos viendo una mala versión de ellos.
Sin embargo, la segunda etapa nos trajo algo distinto. Nicolás Córdova apostó por mantener la organización de juego, pero presionando más arriba, a lo que Guillermo Hoyos contestó con una reacomodación. Rodrigo Echeverría pasó de lateral derecho a último hombre, mostrando su mejor faceta. Siempre atento a los cruces, se lució cubriendo las espaldas de sus marcadores. A eso se sumó el tempranero gol de Ubilla que rompió la inercia y obligó a Wanderers a arriesgar más allá de lo aconsejable.
Aquí viene lo interesante del entrenador azul. En lugar de apostar a un contraataque organizado, el DT argentino prefirió reordenar su defensa con una línea de 5 hombres, cuando aún quedaban 35 minutos por jugar. Los ingresos de Pizarro y Jara le dieron la señal a los porteños que era el momento de atacar con todo.
La U esperaba de frente. Al igual que frente a la UC, los azules terminaron metidos en el arco (con uno menos). ¿Es algo nuevo? No. Pero sí llamativo.
Lo que parecía circunstancial ya se asemeja más a una tendencia. Parece que nos tendremos que acostumbrar a esta U pragmática y sufriente. Personalmente no me llena la vista, pero ganar partidos de esta manera sirve de base emocional para cualquier plantel.
¿Le alcanza para obtener el bicampeonato? Claro que sí. En una recta final las fortalezas son muchas veces anímicas más que futbolísticas y el resultado termina siendo un sustento reconfortante.
La U ha ganado estos dos últimos partidos con un calco impresionante. Partidos decisivos que hablan mucho del carácter del equipo. Ya tendrá tiempo su DT de analizar si puede prolongar esto en la Copa Libertadores, pero por el momento su fórmula resulta bien. Atrás quedan los discursos del fútbol ultraofensivo. Hoyos defiende su forma con uñas y dientes.