Identidad o algo parecido

Colo Colo
Foto: Photosport.


Héctor Tapia llegó a Colo Colo recibiendo de entrada una herencia poco amigable en el ámbito internacional. Probablemente no le preocupa tanto porque lo vivió como jugador muchas veces. Y también porque conoce bien al equipo y sus características, razón por la cual sabe cuánto pueden rendir y cuánto no. Saber reconocer este tipo de detalles es capital en un emprendimiento como éste ya que se convierte en una poderosa herramienta para tomar decisiones. Pero dentro de la cancha tiene una trampa. Una cosa es leer el partido y tomar decisiones para luego volver al plan. Otra cosa muy distinta es que tu plan sea sólo eso, reaccionar al del rival.

Frente a Delfín, en Manta, Colo Colo vivió las dos. Mostró algunos visos de control con un exuberante Valdivia, que se apropió del ritmo del partido centrando la atención en la forma en que distribuyó el juego. Además, el oficio de los futbolistas que lo rodearon propició un encuentro tranquilo con pocos sobresaltos. Pero también sufrió y se acomodó forzosamente cuando se le acabó el físico. Bastó que el equipo se agotara para que volviéramos a ver a Colo Colo desorientado y corriendo peligrosamente contra su arco. La duda que queda en el aire es saber cuál será el equipo que veremos de aquí en adelante, especialmente en la Libertadores. No me imagino repetir este partido contra Atlético Nacional en Colombia, por ejemplo. Los ritmos y las pausas son distintas, sin contar la calidad del rival.

Esa pérdida de identidad es probablemente el hecho más lamentable de los últimos años a nivel nacional, no sólo en Colo Colo. Las campañas internacionales de equipos chilenos han sido evidencia irrefutable. No haré la comparación con otros tiempos porque cada época tiene su realidad. Lo que sí ha quedado medianamente claro es que es posible tener y explotar esa identidad, por tanto la búsqueda y solución de este problema debiera ser prioritario, partiendo con los clubes grandes que son, generalmente, los que más invierten.

Para esto se precisa de recursos y tiempo real de trabajo. Este último es el que Tapia no tiene, porque la urgencia de resultados lo obliga a ganar casi de cualquier forma, extendiendo así un círculo vicioso casi imperceptible, pero tan venenoso como la droga del éxito. Ese que mata algo que llaman identidad.

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