Tras conseguir su segundo título de Dakar, Ignacio Casale (30) volvió a Chile para comenzar sus vacaciones. Es el único chileno en conquistar el clásico del todoterreno, en 2014 y en 2018, a donde llegó más maduro y con mejor estrategia. En su casa en Las Condes recibe a eldeportivo de La Tercera para conversar de lo que vivió en la carrera que dominó de principio a fin.

¿Tuvo algún problema en la ruta?

Venía ganando la etapa 4 y en el último check point me gritan que venía una manguera del radiador rota, porque había tocado con el múltiple de escape y se derritió. En ese punto de control estaba permitida la asistencia y mi camión estaba cerca. Por suerte lo solucionamos, pero si me pasaba antes o después, quizás ni siquiera terminaba el Dakar.

¿Sufrió alguna caída?

Unos volcamientos en las dunas, pero son cosas mínimas que estoy acostumbrado a ellas, sin importancia. Fue un Dakar redondo, sin fallas, pero el más duro que he corrido en los nueve años.

¿Hubo algo distinto al Dakar que ganó en 2014?

Antes era un piloto mucho más loco, ansioso y que quería ir a ganar todas las etapas, pasar por encima a mis rivales. Este año llegué distinto, quise hacer mi propia carrera, navegando a mi manera. Nunca miré para atrás y eso me hizo hacer buenas etapas. Solo pensaba en mí y no en la carrera de los demás.

¿Se sintió ganador dentro de la carrera?

Cuando gané las tres etapas en Perú me sentí muy cómodo. Al día siguiente, dije que había posibilidades de ganar, pero que quedaba mucho por delante. Copiapó, donde entreno, se parece mucho, me sentí como en casa. Fui metiendo presión a los rivales y esperando que ellos sean los que cometan errores.

¿Qué pensó cuando abandonó el campeón de 2017, Sergey Karyakin?

Salí detrás de él ese día, con la misión de que había que meterle presión. En la ruta lo pasé y me ponía atrás, le mostraba el quad. Cerca del kilómetro 100, él me pasa y se va muy rápido. Dos kilómetros más adelante lo encontré y estaba accidentado. Cuando lo vi, me paré a ayudarlo. Hablamos un rato y me dice que no puede continuar. En esa etapa bajé el ritmo. Sentí cierto alivio, porque era el rival a vencer.

Dijo que se presentó más maduro este año.

Mi señora, que es psicóloga, me ayudó a cambiar mi mentalidad, antes era muy loco, quería ganar todas las etapas. Ahora tengo más calma, soy más sereno, más estratégico, que me faltaba para ser un piloto completo. Ella me ha cambiado la forma de ser arriba y abajo del quad.

Compitió en camiones y motos en el Dakar, ¿por qué cambiarse a los quads?

Me había retirado de las motos, me puse a trabajar como vendedor en una tienda del Chaleco López. En ese momento tiré un comentario al aire de que quería ser el primer chileno en competir en todas las modalidades y Yamaha me ofreció participar el 2012.

Su primer Dakar fue en 2010, como navegante de su padre.

Siento que me sirvió mucho, siempre que estoy en momentos difíciles comparo lo que viví ahí y me da ánimo. Fue el Dakar que me cambió la vida.

¿Cuándo comenzó su pasión por los motores?

Desde que nací. En vez de ver dibujos animados, jugaba con repuestos y tuercas en el taller de mi papá. A los 8 años ya sabía soldar.

¿Qué significa haber ganado dos Dakar?

Me llena de felicidad, puedo morir tranquilo sabiendo que hice algo en mi vida, por mi país y que todo lo logré gracias a mucho esfuerzo y trabajo.

¿Dónde sitúa su logro en la historia del deporte chileno?

No me gusta compararme. Todos tenemos distintos méritos. Yo me siento el único chileno en ganar el Dakar y ya está. Soy feliz con eso.

¿Se considera el mejor piloto en la historia de Chile?

No, cada piloto tiene una historia, sus méritos. Yo trato de ser mejor todos los días. No me gusta compararme con los demás deportistas, menos con pilotos.

¿Deja un legado con sus títulos?

Me gustaría que alguien llegue a reemplazarme algún día, que sea bueno. Hay muchos pilotos en quad, pero ninguno ha peleado de la manera que hago yo todos los años. Sería fantástico retirarme y decir que abrí camino a chilenos para ganar el Dakar.

¿Que pensó cuando levantaba el trofeo?

En mí y el sacrificio que hice para ganar. Me costó muchos viajes al desierto. Más que pensar en alguien, fue en la constancia previa. Y vi mi premio, lo tenía en mis manos, mirando hacia el cielo, fue un momento único.